
Walt Disney. Categoría: Cortometraje. |
El baile de los esqueletos es la primera Silly Symphony de Disney, la serie de cortos que el estudio empleaba para realizar experimentos narrativos, estéticos y técnicos, de ahí que habitualmente no estuvieran protagonizados por sus más conocidos personajes. Por lo visto, tras haber añadido música y sonido a la animación de El botero Willie (1928), innovación que contribuyó a hacer de Mickey Mouse una estrella; Carl Stalling convenció a Walt Disney para emprender el proceso contrario: crear animación para una composición ya existente.
El primer resultado de este experimento que, más de una década después, culminaría en Fantasía (1940), es este corto. Pone imágenes a una versión libre de ‘Marcha de los Trolls’, una de las 66 piezas piezas líricas compuestas por Edvard Grieg. Walt Disney asumió la dirección y, según los créditos, imaginó también la historia, mientras el nunca suficientemente reconocido Ub Iwerks realizó la prodigiosa animación con la colaboración de los también talentosos Les Clark y Wilfred Jackson.
El planteamiento es más macabro de lo que en adelante sería admisible en una propuesta apta para público infantil, pero claro, pertenece a una época en la que los cortos de animación se proyectaban en cines como parte de un programa pensado esencialmente para adultos. En cualquier caso, la obra es atractiva para todas las edades e incluye multitud de buenas ideas bien ejecutadas, entre ellas ese memorable momento en el que un esqueleto toca el xilófono con los huesos de otro. Además, figura un recurso que Frank Thomas y Ollie Johnston explicaron en el magistral libro The Illusion Of Life (1981): que varios personajes realizaran el mismo movimiento y al unísono. Un efecto relativamente fácil de realizar para el animador que fascinaba a los espectadores.
El corto es una maravilla y, para haber sido creado en 1929, debe situarse en la categoría de obras extraordinarias de la animación. Sin embargo, si uno echa un vistazo a la producción de Disney durante la década de 1930 apreciará hasta qué punto la serie Silly Symphonies contribuyó a desarrollar el medio y la capacidad del estudio. Basta con pensar que solo ocho años después ya estrenó Blancanieves y los siete enanitos (1937) o el corto El viejo molino (1937). Caray, si es que solo un lustro después Disney ya era capaz de crear La diosa de la primavera (1934). ¿Qué otra compañía evolucionó tanto en tan poco tiempo?
En una votación organizada por Jerry Beck para su libro The 50 Greatest Cartoons (1994), el corto se situó en el puesto 18. En las páginas dedicadas a esta obra, Charles Solomon escribe: “en 1929, los ‘cartoons’ eran habitualmente poco más que una serie de gags unidos por una historia vagamente definida. Skeleton Dance fue un inquietante musical fantástico con pocos chistes reales. La imagen de cuatro esqueletos bailando en un cementerio parece horripilante, pero la animación de Ub Iwerks tiene un cándido atractivo que hace que los más espeluznantes personajes parezcan benignos y juguetones. (…) El esqueleto que se sumerge en la pantalla y casi se traga la cámara parece una imagen ordinaria hoy en día, pero en 1929 solo los ‘cartoons’ de Felix the Cat, de Otto Messmer, habían ofrecido toques de imaginación comparables”.