1962: Banya

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Banya

Anatoliy Karanovich y Sergei Yutkevich.
BANYA.
9,5/10

Categoría: Película.
Guion: Anatoliy Karanovich y Sergei Yutkevich.
Año: 1962.
País: Unión Soviética.
Género: Vanguardia, Ciencia Ficción, Comedia.
Técnica: Mixta, Stop Motion, Cutout, 2D.
Estudio: Soyuzmultfilm.
Idioma: Ruso.
Característica: Sátira, Experimental, Política.
Duración: 53 min.
Clasificación por edades: NR-7.

Soyuzmultfilm es especialmente conocido por sus obras maestras de los 50, maravillas de animación tradicional que pertenecen al periodo de realismo socialista, como La doncella de nieve (1952), dirigida por Ivan Ivanov-Vano y Aleksandra Snezhko-Blotskaya; Los doce meses (1956), de nuevo con dirección de Ivan Ivanov-Vano pero esta vez junto a Mikhail Botov; o La reina de las nieves (1957), que firmó el director Lev Atamanov.

Sin embargo, con la llegada de la nueva década, el estudio se fue alejando progresivamente de esta estética realista con obras de estilo más moderno como Chelovechka narisoval ya (1960), de las abuelas de la animación rusa Valentina y Zinaida Brumberg; Klyuch (1961), otro estimable proyecto de Lev Atamanov; o sobre todo Los cisnes reales (1962), dirigida a dúo por Vera Tsekhanovskaya y Mikhail Tsekhanovskiy, con su curiosa mezcla de preciosismo y estilizadas ilustraciones sobre fondos monocromos.

Es esta corriente más vanguardista la que explica, en parte, la existencia de una rareza como Banya (el baño), que se sitúa en las antípocas de la vertiente clásica pero tampoco es un cuento moral al estilo de sus inmediatos predecesores. Es, en cambio, una sátira que se mofa de la burocracia, de los malos dirigentes comunistas, de la corrupción… Cómo pudo una película así pasar la censura del gobierno comunista es algo que me asombra. Cierto que en los 60 ya no era tan estricta, pero aún así me parece admirable la habilidad con la que los guionistas, que son también los directores de la cinta, sortearon a los censores.

Uno de esos directores, Sergei Yutkevich, era para más inri miembro de la junta censora y un cineasta afín al gobierno, conocido por ejemplo por haber dirigido varias películas sobre Lenin: por entonces ya había estrenado la primera de ellas: Rasskazy o Lenine (1958). ¿Fue esa cercanía a las altas esferas de poder la que hizo posible esta mordaz sátira? Hasta entonces, nunca había dirigido un film de animación. El otro director, Anatoliy Karanovich, sí tenía experiencia con el stop motion y, de hecho, había dirigido Petya i volk (1958), segunda versión de la obra de Sergei Prokofiev tras la producida por Disney una década antes.

Afirmo que Banya es una rareza porque no tiene igual en la filmografía de Soyuzmultfilm -ni estética ni narrativamente- y porque su sátira política la convertía en presa fácil de la censura, pero sobre todo porque es enormemente experimental. La mayor parte del metraje está realizada con stop motion, aunque incluye también cutout, animación tradicional y pasajes no animados, entre ellos una bien realizada interacción entre los muñecos y un actor de carne y hueso.

En cuanto al stop motion, fue el segundo largometraje de Soyuzmultfilm realizado mayoritariamente con esta técnica tras el dirigido por Vladimir Degtyaryov, Krasa nenaglyadnaya (1958), pero si aquel tendía al realismo, este es vanguardista ya desde el diseño de los personajes, la mayoría de ellos con sencillas formas geométricas o intenciones satíricas: el dirigente comunista tiene aspecto de cajonera, para subrayar así la burocrática naturaleza de su trabajo. También la animación de los personajes huye del realismo para proponer en cambio estilizados y expresionistas movimientos, como miembros que se alargan, dedos que atraviesan cabezas o cuerpos que se distorsionan mucho más allá de lo que la más flexible anatomía permite. La idea de la secretaria a la que solo se le mueven los brazos de arriba abajo mientras mecanografía es solo uno de los muchos aciertos en ese aspecto.

Banya es también muy divertida, figuran numerosos gags visuales y verbales que han envejecido muy bien. Tenemos a un sirviente capaz de lamer la suela de su superior para que este la estampe como sello en un documento oficial; a un artista que confunde a Michelangelo con un armenio y luego con un fascista italiano, convencido de que es un contemporáneo suyo; y a un dirigente comunista que da lecciones sobre cómo debe ser el arte.

Ese es, por cierto, uno de los momentos más críticos. En un brillante ejercicio meta, proyecta una escena del film a varios dirigentes comunistas, que son los propios personajes del film como si se interpretasen a sí mismos. Por supuesto, el mandamás se queja, asegura que su trabajo no es así realmente y afirma que eso no es arte de verdad. Acto seguido el actor que hace de director / productor de la película proyecta un pasaje musical, que sí logra convencer al dirigente. [Esa escena, por cierto, es también una maravilla, con una mezcla de moderna animación 2D y una coreografía de bailarinas de carne y hueso].

Toda esta sátira cómica está además sustentada por una disparatada trama de ciencia ficción que propone un viaje, gracias a una máquina del tiempo, al 2030, año que alberga una utopía comunista a la que solo pueden viajar los buenos comunistas. Ese viaje está ilustrado con uno de los clímax más peculiares que he visto en una película de ficción: un montaje de imágenes de archivo de la Unión Soviética, desde los años 20 hasta 1962, de los primeros avances en agricultura a la carrera espacial. Clímax que culmina en un desenlace igualmente peculiar que muestra de manera explícita la tesis de los guionistas.

Reseña Panorama
Puntuación
10
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