Isao Takahata. Categoría: Película. |
Pom Poko -que según la fuente también verás escrito como Pompoko-, es el tercer largometraje que Isao Takahata dirigió en Studio Ghibli, tras las obras maestras La tumba de las luciérnagas (1988) y Recuerdos del ayer (1991). Si esta película no fue su tercera obra redonda consecutiva seguramente se debió a que se apartó del tono costumbrista y más dramático de sus anteriores trabajos.
En el seno del estudio japonés, Hayao Miyazaki es el director con más querencia por las propuestas fantásticas mientras Takahata se asocia con las historias realistas. Pues bien, en el periodo 1992-1994 es como si se hubieran intercambiado los papeles. Miyazaki entregó la relativamente realista Porco Rosso (1992) -y digo relativamente porque el protagonista es un cerdo que pilota hidroaviones -, mientras el cineasta que nos ocupa mostró que también podía emprender un proyecto del género fantástico. Claro que el guion parte de una idea de Hayao Miyazaki, de ahí que su planteamiento parezca suyo y no de Takahata.
Pom Poko es una de las producciones más singulares y raras -en el mejor sentido de la palabra- que han surgido de Studio Ghibli. En lo que respecta a su estética, es tan atractiva como de costumbre en el director y el estudio, solo que con el extra de imaginación y colorido que aporta su trama fantástica. Los perros mapache que la protagonizan son capaces, con el debido entrenamiento y una pizca de talento que no todos poseen, de adoptar la forma que deseen. Por supuesto, esas transformaciones son aprovechadas para proponer un festín visual fruto de una prodigiosa imaginación.
Ya desde el inicio hay planteamientos visuales muy interesantes, como las excavadoras que se van comiendo una hoja a modo de gusanos para mostrar la salvaje expansión urbanística de Tokyo. El entrenamiento de los animales también depara gratas sorpresas mientras vemos cómo perfeccionan el arte de la metamorfosis. Finalmente, en la segunda mitad asistimos, entre atónitos y maravillados, a un desfile de monstruos espectacular.
Este film repleto de momentos sobresalientes y memorables no acaba de ser una obra maestra por sus altibajos en el ritmo, quizá porque Isao Takahata no contaba con tanta experiencia en el cine fantástico como su colega en Studio Ghibli. De todos modos, son muchos y muy ingeniosos los aciertos y muy poderosas algunas de las imágenes que muestra. Además, logra un desenlace de gran emotividad y, como el genial cineasta que era, emplea la banda sonora son su creatividad habitual.