Makoto Shinkai. Categoría: Película. |
El lugar que nos prometimos es el primer largometraje dirigido por Makoto Shinkai, artista que por entonces ya había llamado la atención, para bien, en Voces de una Estrella (2002), corto en el que exploró una curiosa mezcla de ciencia ficción y amor adolescente. Esos son de nuevos los dos elementos centrales de esta película, en la que logra que la trama de ciencia ficción y la romántica transcurran paralelamente, influyan la una en la otra y culminen en un mismo desenlace que cierra ambas satisfactoriamente. Como debut, fue una propuesta de notable ambición: por algo se trata del único director de anime de las dos primeras décadas del siglo XXI que rivalizó en taquilla con el gran Hayao Miyazaki.
Son muchos los aspectos interesantes que plantea Shinkai en esta historia de ciencia ficción. Transcurre en un Japón ucrónico que ha sido dividido en dos partes, una controlada por Estados Unidos, otra por la ‘Unión’ -no es descabellado pensar que se trata de la Unión Soviética, o al menos eso sugiere el recurrente enfrentamiento bélico entre las dos zonas-. Esa parte de la historia tiene como idea genial la enorme torre que se pierde en el cielo y que, por lo visto, permite conectarse con realidades paralelas que pueden engullir la zona.
También es muy sugerente que esa torre reaccione a los sueños de una adolescente en estado comatoso. [Que los sueños puedan alterar la realidad conecta este film con la obra maestra Paprika (2006), de Satoshi Kon, aunque uno y otro toman caminos muy distintos]. Lástima que la historia no siempre esté bien trabada, porque el potencial de esa parte fantástica es enorme. Todo sea dicho, funcionará mejor entre los espectadores que no necesiten que todo sea claramente explicado.
En cualquier caso, El lugar que nos prometimos incluye otros muchos alicientes más allá de la ciencia ficción y los dos principales son habituales en la filmografía de Makoto Shinkai: una historia de amor contada con sensibilidad y aliento poético y una estética preciosista. Aquí asistimos, por lo pronto, al primero de los amores pasionales que debe superar un obstáculo. Un amor que nace en la adolescencia, por supuesto, vivido con la intensidad propia de esas edades. En cuanto a la estética, aún no es tan deslumbrante como en trabajos posteriores, pero ya quedó claro que estábamos ante un superdotado de la imagen, un maestro de la luz cuya puesta en escena busca la belleza y el realismo incluso aunque intervengan elementos fantásticos.