David Bowers y Sam Fell. Categoría: Película. |
Dos largometrajes bastaron a Aardman para ser uno de los estudios de referencia en el ámbito de la animación: los exitosos y muy apreciados Chicken Run Evasión en la granja (2000) y Wallace & Gromit La maldición de las verduras (2005). Por supuesto, quien siguiese atentamente la escena desde finales de los 80 sabía ya de las virtudes de la compañía británica, responsable de cortos esenciales como Creature Comforts (1989) y la trilogía de Wallace & Gromit: lograron cuatro nominaciones al Oscar y tres estatuillas. Todas esas obras tienen en común la dirección de Nick Park y el uso de stop motion.
En Ratónpolis no participa Nick Park ni recurrió a la plastimación por el que era conocido Aardman. Fue, en cambio, su primera película enteramente animada por ordenador. Por lo visto, el rol prominente del agua en multitud de escenas hizo inviable su realización en stop motion, elección un tanto chocante ahora que sabemos que el retorno del estudio a la técnica fue con ¡Piratas! (2012), película que transcurre en el mar durante buena parte del metraje.
En fin, la cuestión es que Ratónpolis, desde un punto de vista estético, resulta bastante menos encantador y personal que precedentes trabajos y se queda muy lejos de las obras maestras de Aardman. Y eso ocurre a pesar de que el diseño de los personajes bebe claramente de las creaciones de Nick Park. Pero claro, una cosa es que estos ratones se parezcan a los animales de Creature Comforts y otra muy distinta que el aspecto y movimiento de esta animación 3D logren reproducir esa fascinación tan particular de la mejor plastimación.
Es comprensible que Aardman quisiera probar suerte con la animación por ordenador. Desde Toy Story (1995), los largometrajes en 3D eran los que más dinero generaban -Japón aparte- y, además, había llegado a un acuerdo con DreamWorks Animation, el estudio al que le había ido particularmente bien con esta misma técnica en Shrek (2001) o Shrek 2 (2004). Irónicamente, el experimento fue un fracaso desde un punto de vista comercial y provocó el final de la colaboración con DreamWorks. El público recibió mejor el deslumbrante stop motion de sus dos películas precedentes que el 3D estimable pero no particularmente destacado de Ratónpolis.
El caso es que, cambio de estética aparte, y a pesar de que esta animación por ordenador se ve un pelín envejecida, el film está repleto de ingenio y tiene muchos aspectos interesantes. Habrá a quien su frenético ritmo le resulte excesivo, pero para los que disfruten con la rápida sucesión de gags visuales será una delicia que, además, premia sucesivos visionados atentos.
Lo mejor de Ratónpolis es su guion. No se libra del todo de recurrir a referencias de la cultura pop contemporánea, uno de los peores tics de DreamWorks Animation, pero en general consigue crear un universo ficticio de notable atractivo. Esa ciudad de ratones que imita en todo a Londres es un acierto y revela ya la atención al detalle que caracteriza la cinta. En cuanto a los gags, hay para todos los gustos, desde lo más sofisticado -la cucaracha que lee La metamorfosis de Kafka– a lo más evidente -una parodia de la serie de los 60 sobre Batman-.
También se ríe de los estereotipos asociados a Reino Unido y a Francia -el chiste sobre la cena de cinco horas no tiene precio- y hasta se permite un gag visual recurrente cada vez que muestra el partido de fútbol: imita los menos conseguidos simuladores de los primeros videojuegos. Por otra parte, el desenlace, que muestra la vida del ratón protagonista una vez sus dueños se van de casa, es al mismo tiempo una versión de la saga Toy Story y un anticipo de la premisa de Mascotas (2016).
No es una de las obras maestras de Aardman, pero sigue habiendo aquí más ingenio que en buena parte de la animación comercial de Hollywood de la década.
Dato curioso 1: en menos de doce meses se estrenaron dos películas de animación de un gran estudio protagonizadas por ratones, esta y Ratatouille (2007), de Pixar.
Dato curioso 2: cuando el protagonista decide qué ropa ponerse al inicio del film, una de las combinaciones que descarta es el vestuario de Wallace, su inconfundible chaleco verde con una camisa blanca debajo.