Robert Zemeckis. Categoría: Película. |
Robert Zemeckis comenzó a experimentar con la captura de movimiento en Polar Express (2004), convertido en un clásico navideño gracias a sucesivos reestrenos. Por entonces era una técnica relativamente novedosa pero ya gozaba de considerable popularidad gracias, entre otras, a la trilogía de El señor de los anillos: era la que había dado vida al memorable Gollum. Zemeckis repitió experiencia con Monster House (2006), esta vez solo como productor, y en Beowulf de nuevo como director.
Sus dos primeras incursiones en las películas enteramente realizadas con captura de movimiento, ambas dirigidas al público infantil, habían perdido dinero, así que era lógico que en su tercer intento se centrara en los espectadores adultos. No le salió bien la apuesta puesto que otra vez generó pérdidas, pero desde un punto de vista estético y tecnológico es una propuesta bastante más satisfactoria.
El gran atractivo de Beowulf es su uso de la captura de movimiento y la estética que logra. El paso del tiempo no le está sentando muy bien y, revisada más de una década después de su estreno, impresiona bastante menos. Ahora bien, recuerdo la sensación que causó en el 2008, sobre todo vista en una sala de cine. Por entonces llevó la técnica más lejos que nunca y se acercó al realismo que Zemeckis y el excelente equipo de animadores buscaban.
Si el movimiento de los cuerpos resulta admirablemente creíble y, en general, el entorno es relativamente fotorrealista, no ocurre lo mismo con las expresiones faciales, pues siguen instaladas en el terreno del valle inquietante (del inglés uncanny valley), de modo que muchos de los rostros resultan más perturbadores que otra cosa y nos recuerdan constantemente que lo que estamos viendo no son humanos.
En cambio, donde la técnica de la captura de movimiento funciona mejor es en la convivencia entre humanos y las diversas criaturas que habitan la cinta, pues ahí no ocurre como con los rodajes convencionales, en los que, demasiadas veces, se nota que unos y otros seres no pertenecen al mismo plano estético. Aquí, aunque sea a costa de expresiones inquietantes, al menos vemos un único universo que acoge a todos los seres vivos. De hecho, la entrada en acción del monstruo Grendel es una escena excelente que sigue impactando a pesar del enorme progreso tecnológico alcanzado desde entonces.
En cualquier caso, la razón por la que Beowulf no es del todo satisfactoria es que el héroe no resulta particularmente interesante. Es un personaje que, por su chulería combinada con un escaso carisma, no invita a que nos preocupemos mucho por lo que le ocurra, cosa que lasta el film terriblemente. Por muchos aciertos visuales que reúna, o por espectacular y ambiciosa que sea la batalla final, es difícil sentir mucha emoción.
Al menos hay que reconocer que Robert Zemeckis trató de innovar y que no se dio por vencido tras un tercer fracaso consecutivo, pues dos años después estrenó un cuarto film realizado con captura de movimiento, Cuento de Navidad (2009). Y sí, volvió a generar pérdidas.