
María Lorenzo Hernández. Categoría: Cortometraje. |
Afirmé de La nit de l’oceà (2015), el anterior cortometraje dirigido por María Lorenzo Hernández, que se trataba de una suerte de obra colaborativa realizada por una misma artista, dadas las estéticas y técnicas de animación reunidas. Esa afirmación es aún más pertinente para Impromptu, conformada por cinco mini-piezas, cada una de las cuales desarrolla su propia concepción de la animación y una propuesta visual bien diferenciada. Esos cinco cortos dentro del cortometraje principal están sincronizados con otros tantos estudios de Frédéric Chopin, de modo que, aun siendo estéticamente muy diferente, el concepto recuerda al de Fantasía (1940). De hecho, con la obra maestra de Disney comparte el espíritu experimental, la voluntad de emprender riesgos artísticos.
Comienza Impromptu con una definición de la forma musical homónima: “pieza breve, generalmente para piano, de carácter improvisatorio”. El corto sería por tanto una investigación sobre la improvisación aplicada a la animación, cuestiones que parecen contradictorias en vista de la meticulosa elaboración que suele exigir el medio: ¿cómo improvisar cuando necesitas 4, 8, 16…, o hasta 24 fotogramas por segundo? Esa es una interesante pregunta que podrían responder mejor quienes crean animación.
Sí se aprecia en Impromptu el interés por crear animación narrativamente libre, sin estructura tradicional alguna, guiada en cambio por la música y contagiada por el carácter de estudio de las piezas seleccionadas. Si las composiciones de Chopin estaban pensadas para mejorar la técnica pianística pero son también bellas, la obra de María Lorenzo Hernández indaga en el arte de animar, en sus dificultades y retos -en ocasiones se ve la numeración de los dibujos para su posterior animación- pero crean asimismo un conjunto atrayente y rico en pasajes estimulantes.
Finalmente, Impromptu introduce un nivel de lectura más al servir de homenaje a las formas primigenias de cine antes de la invención del cinematógrafo en 1895 por los hermanos Lumière en Francia. Es un recuerdo a los padres del cine, a quienes dieron con la imagen en movimiento antes de las primeras cámaras, así que se trata de su segunda obra de inspiración cinematográfica tras El gato baila con su sombra (2012).