Mamoru Hosoda. Categoría: Película. |
Mamoru Hosoda comenzó a dirigir proyectos personales con la entretenida La chica que saltaba a través del tiempo (2006). Su talento se podía apreciar ya en aquella estupenda cinta, pero su fuerza como cineasta quedó clara en cuanto emprendió proyectos más singulares, empezando por Summer Wars (2009) -el más claro predecesor del film que nos ocupa- y Los niños lobo (2012).
Su crecimiento como autor continúa en la prodigiosa Belle, su más compleja obra hasta la fecha. Quizá se deba al reconocimiento internacional que supuso su nominación a los Oscars con Mirai, mi hermana pequeña (2018) -primer largometraje japonés no realizado por Studio Ghibli en estar nominado en la categoría de Mejor película de animación-. Quizá se hubiera atrevido con un trabajo así de ambicioso de todos modos, guiado por su búsqueda artística. En cualquier caso, esta es una película monumental de gran riqueza en todos los aspectos.
Visualmente creo que es la más deslumbrante de su filmografía. Me parece especialmente interesante el contraste que propone entre la estética hiperrealista de los pasajes que transcurren en el mundo ‘real’ -al estilo de Makoto Shinkai-, hasta el punto de que hay planos que no parecen de animación; y el aspecto digital del mundo virtual llamado U. Es un acierto: lo último que querría un espectador es no saber muy bien en cuál de los dos universos transcurre una escena. Además, el diseño del personaje de Belle -obra de Jin Kim, animador de Disney desde la era del renacimiento- es brillante; los fondos de Cartoon Saloon están a la altura de su prestigio; y el mundo virtual, con su arquitectura y variopinta población, resulta creíble. Este es de esos casos en los que solo por el placer para la vista que supone ya merece la pena verla.
Quizá el guion y la narración no sean tan espectaculares como la propuesta visual, pero resultan también muy interesantes. Hosoda sitúa el cuento de la bella y la bestia en un contexto contemporáneo y altamente tecnológico de un modo enormemente creativo y ofrece un bienvenido giro en su desenlace. Es una alternativa tan lograda como los más ilustres ejemplos cinematográficos: véanse el dirigido por Jean Cocteau o, por supuesto, en el medio animado, La bella y la bestia (1991) de Disney.
Por otra parte, aunque no sé si puede considerarse un musical, la música es aquí un aspecto central, así que es una suerte que sea otro hallazgo. Cierto que las canciones que interpreta la protagonista son muy buenas: es un pelín increíble que hayan sido creadas, en la lógica de la ficción, por dos adolescentes sin experiencia en la industria musical. Sin embargo, no se alejan mucho de cierto tipo de pop melódico que tanto gusta a adolescentes de todo el mundo y están tan bien introducidas que uno sí se cree que surjan de la mente de Suzu (y su alter ego virtual Belle). Desde un punto de vista musical, la película es también muy estimulante.
He apuntado algunos aspectos clave de Belle, quedan otros muchos, no obstante. Este es de esos largometrajes que pueden inspirar tesis o artículos de análisis desde muy diversos ámbitos más allá de la animación: estética, filosofía, psicología, arquitectura, diseño, música…