Michael Rianda, Jeff Rowe. Categoría: Película. |
Hay muchos motivos para admirar a Phil Lord y Christopher Miller, pero para quien esto escribe dos son los principales. El primero es que en menos de un lustro revitalizasen la escena comercial animada en hasta dos ocasiones: como guionistas y directores en La LEGO película (2014), como co-guionistas en Spider-Man: Un nuevo universo (2018). La segunda es su decidida apuesta por la animación adulta -una de sus primeras producciones, cuando no eran nada conocidos, fue de hecho una serie para adultos, Secundaria de clones (2002)- y por una concepción más adulta de las superproducciones animadas.
Con el film de Spider-Man, además, lograron algo inusual: marcar su impronta siendo esencialmente productores. Lo mismo ocurre con Los Mitchell contra las máquinas, claramente influida por la protagonizada por el hombre araña, que seguramente solamente fue posible gracias a su éxito y en la que se nota la participación de Lord y Miller a pesar de que ni siquiera escribieron un solo diálogo. Eso tiene su mérito y son pocos los productores que lo logran.
Película notablemente diferente de lo habitual en el ámbito comercial contemporáneo, destaca sobre todo por su atractiva estética que, como la de Spider-Man: Un nuevo universo, huye del fotorrealismo para proponer un diseño de personajes más cercano a los dibujos animados clásicos o con cierta estilización que recuerda a la de Bob Esponja: Un héroe al rescate (2020). Ante tanta propuesta clónica, solo eso ya es bienvenido. Por otra parte, aunque esté realizada en 3D, incluye multitud de elementos puntuales en 2D, como si los dibujos que realiza la creativa adolescente protagonista se apoderaran de la pantalla en determinados momentos. Es una mezcla al estilo de la explorada por DreamWorks Animation en Capitán Calzoncillos: Su primer peliculón (2017), pero mucho más sugerente.
Ese despliegue estético es lo mejor de la cinta y por suerte está acompañado por un guion divertido, lleno de ocurrencias y de buenas ideas. Otra cosa es que ese humor no sea precisamente sofisticado y caiga case siempre en dos recursos fáciles: 1) parodias y guiños de películas de éxito; 2) rupturas de la cuarta pared que se ríen de convenciones cinematográficas para acto seguido caer en ellas.
Esa segunda vertiente es como un ejercicio de refinado cinismo. Pongo un ejemplo de los muchos que hay. La protagonista dice que le gustaría ver a la familiar salir del centro comercial a cámara lenta y con llamas de fondo; le replican que eso sería una injustificada pérdida de tiempo; cambio de plano y vemos justamente eso, a la familia saliendo a cámara lenta del centro comercial con llamas de fondo. Es como si los guionistas le dijeran al público: ‘sabemos que es un lugar común, así que lo mencionamos, pero lo hacemos de todos modos’.
El primer recurso es menos estimulante y es un problema recurrente en las producciones de Lord y Miller. ¿Hacen una película con Legos? Pues desfilan por la pantalla casi todas las propiedades intelectuales de la Warner y hasta los protas de Star Wars. ¿Una de Spider-Man? Pues justamos a prácticamente cada hombre araña que existe. Aquí esa tendencia no es tan descarada, pero se cuelan exitosos vídeos de YouTube o el juguete Furby y lo mismo ocurre con la música, prácticamente una sucesión de canciones de éxito -hay una doble mención a la banda sonora de Kill Bill: Volumen 1 (2003)-. Es una pena que, una vez más, la banda sonora se quede fuera de las intenciones innovadoras del resto y caiga en el más bajo denominador común.
Finalmente, y esto no sé si es una virtud o una limitación, estamos en esencia ante lo que Hollywood ha llamado siempre ‘cine familiar’, solo que disfrazado de anti-cine familiar. Porque sí, se ríe de la tesis del amor de Interstellar (2014) -hasta dos veces-, pero luego nos despachan un discurso sobre la importancia de la familia que es aún más convencional, en pleno desenlace, que es justamente la parte menos imaginativa del film. La estructura es la historia de aceptación padre e hija adolescente que tantas veces hemos visto, incluido recientemente en el ámbito animado con Los Croods (2013).
Y dejo ya de ponerle pegas porque, a pesar de todo eso, Los Mitchell contra las máquinas es muy bienvenida. El humor no es sofisticado pero sí eficaz; la parte estética es estupenda; el diseño de la vertiente de ciencia ficción es un acierto; y retrata la relación de la sociedad contemporánea con internet, en solo unos minutos, mucho mejor de lo que lo hizo Ralph rompe Internet (2018) en casi dos horas: la escena del mundo sin Wifi es brillante.
Nominada en los Premios Oscar 2021 como Mejor película de animación, la edición en la que ganó Encanto.
Nota: me pregunto si el diseño del perro Monchi será un homenaje al creado por Bill Plympton para la saga de cortometrajes que comienza con Guard Dog (2004).