
Diego Felipe Guzmán. Categoría: Película. |
Diego Felipe Guzmán presenta La otra forma como “una historia satírica que cuestiona los hábitos del mundo en que vivimos. Habla de cuál es nuestro valor como individuos y cómo los ‘istmos’ limitan nuestra capacidad de pensar por sí mismo”. La denuncia de la tendencia de la sociedad de uniformar a sus habitantes, de premiar a los que se pliegan a las costumbres mayoritarias y de castigar a quienes se resisten es evidente. Sin embargo, la manera de emprender esa tesis es tremendamente original.
El filme propone una sociedad en la que todos los elementos que la conforman, incluidos sus habitantes, tienen formas geométricas. Desde bien pequeños, se les aplican prensas u otros artilugios para que sus cuerpos se deformen hasta adoptar formas geométricas. Eso sí, solo gustan las líneas rectas, los cuadrados y rectángulos, no los círculos. El objetivo es que ellos mismos vayan apretando cada vez esas prensas hasta alcanzar una puntuación de 100, lo que les permite optar a la trasformación final con la que ascender a una suerte de paraíso: literalmente ascienden, puesto que el destino final está en una luna que, por supuesto, también es cuadrada. Claro que todo es cuadrado en ese universo futurista y distópico: arquitectura, mobiliario, la escasa vegetación… Hasta hay una máquina en el cielo que transforma las nubes en perfectas formas geométricas.
El despliegue estético para mostrarnos esa sociedad es fascinante. Me ha recordado a la impresión que produce Tekkonkinkreet (2006), que también es visualmente deslumbrante, aunque una y otra cinta opten por tonos bien distintos. El diseño de la ciudad es un prodigio de dirección artística y el aspecto grotesco de los personajes geométricos es una memorable maravilla. Solo por la propuesta visual, que asombra de principio a fin, ya merece ser vista atentamente una y otra vez. Por suerte, la estética está acompañada de una excelente animación, de modo que debería ser recordada como uno de los hitos de la escena animada latinoamericana.
Cierto que la película resulta más atractiva por su estética que por su narración, pero este segundo aspecto es también interesante. Por lo pronto, prescinde de diálogos, de modo que ningún aspecto de esta peculiar sociedad es explicado verbalmente. Corresponde al espectador ir sacando sus propias conclusiones sobre cómo funciona y cuáles son sus principales características. El experimento funciona y le confiere un extra de singularidad, aunque seguramente sea más minoritario justamente por eso.
En cualquier caso, aquí estética y trama son prácticamente inseparables, puesto que el aspecto de fondos y personajes es el elemento central de aquello que se cuenta, de modo que son las imágenes -con el apoyo de la estupenda banda sonora- las que sostienen el andamiaje narrativo.
La otra forma es un tan personal, artísticamente aventurada y experimental que tiene muchas posibilidades de convertirse en eso que llamamos ‘obra de culto’, de las que se descubren y comentan con entusiasmo durante décadas y alimentan indefinidamente ciclos de filmotecas y cineclubs.