KAIBA.
9,5/10
Masaaki Yuasa había dirigido ya la brillante película Mind Game (2004) y había participado en el recopilatorio Genius Party (2007) cuando creó, escribió y dirigió esta serie. Era por tanto considerado uno de los más prometedores cineasta de la industria japonesa. Tristemente, tardó en encontrar la financiación necesaria para emprender un nuevo largometraje, de modo que empleó su talento en varias series. Primero creó Kemonozume (2006), luego la que nos ocupa, otra muestra de su personalidad narrativa y visual.
Kaiba es una fascinante obra de ciencia ficción que imagina un mundo en el que los cambios de cuerpo y las transferencias de memorias son posibles, de modo que es habitual la compraventa de cuerpos y que los ricos sean prácticamente inmortales puesto que pueden transferir su mente a nuevos y jóvenes cuerpos. Se trata además de un mundo distópico en el que los poderosos controlan y almacenan los recuerdos y se aíslan de los demás gracias a una nube electromagnética.
La historia plantea multitud de cuestiones sumamente interesante. Reflexiona sobre la identidad, cómo la memoria determina quiénes somos, la importancia de los cuerpos como envoltorios de la mente y la manera en la que estos influyen en la atracción física y la sexualidad, las consecuencias de la desigualdad económica, los mecanismos de control por parte del poder, la retórica bélica de la resistencia, etc… En fin, aborda la ciencia ficción desde una perspectiva filosófica, espiritual y poética, sin por eso descuidar un envoltorio tecnológico que asombra y resulta creíble.
Igualmente sugerente es la propuesta estética, muy alejada de lo habitual en el ámbito comercial del anime, hasta el punto de que, si no conociéramos la autoría, costaría identificarlo como un anime. Se parece más a una producción independiente europea. De hecho, por su manera de ilustrar los planetas visitados y por su atención al detalle, recuerda a la imaginación visual de El planeta salvaje (1973).
Llama particularmente la atención que la estética se aleje del realismo y privilegie la sencillez, algo inhabitual en la ciencia ficción, de modo que parece jugar al equívoco con un diseño de personajes casi naíf, que recuerda a la animación especialmente pensada para público infantil. Me parece una decisión muy acertada que permite desarrollar una animación atípica e hipnótica con costes controlados, además de abrir un nuevo camino alternativo para el anime. Lástima que apenas si haya sido cultivado.
Kaiba quizá fue la última entrega de su primera y más experimental etapa, puesto que con su siguiente serie, The Tatami Galaxy (2010), ya optó por una más cercana a su más conocido universo visual, dado que lo retomó, con leves variaciones, en Night Is Short, Walk On Girl (2017).