ONE PIECE (WAN PÎSU).
9/10
One Piece adapta el manga escrito e ilustrado por Eiichirō Oda, que comenzó a publicarse en la revista Weekly Shōnen Jump el 22 de julio de 1997 y que ya ha superado el centenar de volúmenes. Es el más vendido de la historia, fenómeno que se ha extendido a la serie anime, una de las más populares que existen y, en lo que respecta a la animación para adultos, la que más capítulos ha deparado: la cifra supera el millar. Eso sin contar decenas de especiales, OVAs y adaptaciones cinematográficas, de modo que es de las franquicias más exitosas y prolíficas de Japón.
No siempre es evidente por qué una propiedad intelectual tiene éxito, pero en este caso es relativamente fácil comprender el porqué del duradero entusiasmo que suscita. Sus protagonistas son atractivos, especialmente el carismático Monkey D. Luffy, posee el espíritu de los clásicos de aventuras, es una de piratas pero reinterpretada en clave postmoderna e incluye muchos de los ingredientes que suelen gustar en el anime: una mezcla de elementos fantásticos, multitud de peleas, comedia y una amplia galería de personajes pintorescos.
La serie resulta especialmente interesante por la ambición de sus tramas -hay tantos hilos argumentales que en ocasiones los personajes centrales no son los protagonistas de un episodio-, por su estimulante estética y por una animación algo más sofisticada de lo habitual en una producción para televisión. Supongo que en esto último se nota un aumento de presupuesto dado su éxito.
En cambio, no alcanza la categoría de obra maestra, o esencial desde un punto de vista artístico, porque nunca deja de lado un enfoque comercial. Quiere eso decir que hay episodios prescindibles, que son habituales los largos parlamentos que afirman lo obvio y que, como tantas veces ocurre en los animes con peleas cuerpo a cuerpo, los contendientes dedican mucho tiempo a hablarse y a anunciar lo que van a hacer. También recurre con frecuencia a la animación limitada, aunque en ocasiones lo hace de un modo creativo, como cuando resuelve una batalla que hubiera sido muy costosa con una serie de dibujos estáticos y efectos de sonido.
Incluso con sus limitaciones y aspectos discutibles, es una serie clave para conocer la industria de la animación japonesa durante el siglo XXI.