KEEP YOUR HANDS OFF EIZOUKEN! (EIZOUKEN NI WA TE WO DASU NA!).
9,5/10
Cuando Netflix adquirió los derechos de El hundimiento de Japón 2020 obtuvo la más popular serie de Masaaki Yuasa del 2020, pero la más interesante desde un punto de vista artístico se la llevó Crunchyroll. Adapta el manga escrito e ilustrado por Sumito Ōwara desde el 2016, centrado en tres estudiantes de instituto que fundan un club para crear animación.
El director japonés y su estudio, Science Saru, convierten el manga en una personal maravilla que debería entusiasmar a todo aquel que alguna vez se haya preguntado cómo se crea la animación. Es más, casi sin que nos demos cuenta, y sin caer nunca en un didacticismo muy obvio, aporta tanta información sobre la creación de audiovisuales que va mucho más allá del mundo del anime: conceptos como la puesta en escena, la edición de sonido, la producción, el storyboard o el montaje no son sola cosa del medio animado.
La serie nos sumerge en la realizados de cortos animados y casi todo lo que cuenta está relacionado con la creación artística, así que es por supuesto excelente para estudiantes de animación y podría proyectarse en escuelas. Pero eso no es todo. Solo es una de las razones por las que resulta fascinante. La otra es la riqueza de los personajes, que son todos de una vitalidad asombrosa incluso en los casos más extravagantes. En cuanto al trío protagonista, es fabuloso y Midori Asakusa es uno de los mejores personajes de la historia del anime.
Por otra parte, como quien está a los mandos es Masaaki Yuasa, la serie es también una delicia visual y la narración es excelente, esta vez sin rastro de esos excesos en los que a veces cae. Es particularmente interesante cómo combina estéticas, por ejemplo cuando muestra los bocetos de los cortos que realiza el club Eizouken, o cuando ilustra cómo se imaginan las escenas. Además, la serie tiene una gran ventaja respecto al manga, y es que puede mostrar los cortos en cuestión, que por cierto están muy bien planteados: son lo suficientemente buenos e imaginativos como para que comprendamos el éxito del club, pero no tan deslumbrantes como para que no sea creíble su autoría en la ficción.
También hay, finalmente, constantes toques de realismo mágico, pasajes en los que no está claro qué es real y qué no, al estilo de Satoshi Kon; y un divertido guiño a Hayao Miyazaki y su inconfundible apariencia física.
Nota: la sintonía es otro acierto, por la música y por cómo está ilustrada, así que no invita a saltársela.