EL CUADRO BARROCO.
7,5/10
Es cierto que está al límite de lo que se puede considerar animación, porque lo único que se mueve en todo el plano es la boca de los personajes y de un modo deliberadamente rudimentario, además. Pero como sí entra en la categoría de animación aunque sea por los pelos y encima la propuesta tiene su gracia, le dedicamos una página.
El cuadro barroco es una de las muchas ocurrencias de Joaquín Reyes para el programa Muchachada Nui, el mismo para el que creó celebradas mini-series como Enjuto Mojamuto, La cinta VHS o Cabeza de viejo y cuerpo de joven. En este caso la idea fue aún más sencilla y deliciosamente absurda que de costumbre: las dos figuras humanas del cuadro ‘Los cambistas’, obra flamenca del siglo XVII, charlan sobre cuestiones mundanas para acabar, invariablemente, llamándose barroco el uno al otro como si fueran niños peleándose. Porque, por lo visto, no hay nada que le moleste más a una persona de un cuadro flamenco que ser acusado de barroco, rococó o churrigueresco.
Los dos cambistas del cuadro, por cierto, saben que están en un cuadro, así que las meta-referencias se suceden: debaten sobre si un cuadro sigue siendo una obra de arte aunque esté metida en un armario, sobre por qué quieren que les visiten más en el museo o sobre los efectos de juntarse con los personajes de un cuadro más moderno. Es más, los cambistas protagonizaron el menú del primer disco de la segunda temporada de Muchachada Nui en DVD, y en esa conversación de cuatro minutos, posiblemente lo mejor de la mini-serie, llegó el diálogo más memorable: “¿a que da gustico el óleo?”.