ANIMADO PRESIDENTE (OUR CARTOON PRESIDENT).
8/10
Cuando concluyó la vigésima temporada de South Park, que se interesó por las elecciones presidenciales del 2016, entre otros asuntos, Trey Parker y Matt Stone, los creadores de la serie, declararon que no seguirían haciendo bromas sobre Donald Trump porque se habían convertido en “sintonízanos para ver qué vamos a decir sobre Trump”, como Saturday Night Live. También dijeron que por muy grotesco que fuera su versión ficticia, la real siempre iba más lejos.
Por lo visto, los creadores de Animado presidente pensaron que aún había margen para ridiculizar al presidente de los Estados Unidos, así que, con su estreno en el 2018, la serie se convirtió en prácticamente el único ejemplo de sátira política que existía en el ámbito de la animación para adultos. South Park la había abandonado casi por completo y en BoJack Horseman era un asunto secundario.
La serie nació a partir de un segmento emitido regularmente en el programa de The Late Show presentado por Stephen Colbert, con un Trump diseñado por Tim Luecke, interpretado por Brian Stack y animado con Adobe Character Animator para que el presentador pudiese charlar con el personaje de animación en directo. Esos fragmentos tuvieron un éxito instantáneo en las redes, así que Showtime encargó una primera temporada.
El primer capítulo comienza justamente con la versión animada del presidente asegurando que nadie debe preocuparse si la serie le humaniza, puesto que él ya es un humano. Mal comienzo cuando los guionistas sienten la necesidad de decirle al espectador que no ocurrirá lo que más teme. De hecho, una de las críticas recurrente fue justamente esa, que la serie humanizaba a Donald Trump, cosa que quizá sea cierta, pero lo muestra como un humano infantil, ridículo, ególatra, estúpido y con aversión al trabajo, así que no es la clase de humanización que favorece al sujeto en cuestión.
La primera temporada de Animado presidente choca a menudo con los mismos problemas que otras tantas parodias del presidente, incluyendo la del por lo demás infalible South Park: la versión real es ya una caricatura de sí mismo. Así que los guionistas tomaron la decisión de ir todavía más allá, de ser aún más excesivos, para que el Trump que vive en la Casa Blanca no pueda superarlos. [Lo consiguieron a medias, a tenor de algunas de las decisiones del presidente].
La otra buena decisión fue convertir a los dirigentes del partido Demócrata y a los que se postularon como candidato demócrata para las elecciones del 2020 en blancos de sus burlas. Fue entonces cuando la serie empezó a funcionar mejor pues, en lugar de parecer obsesionada solo con Trump -que, definitivamente, merece ser ridiculizado-, se mofó de toda la clase política.
Se nota que los guionistas sienten poco amor por el partido Republicano y por los aduladores del presidente, pero es que los demócratas no salen nada bien parados: Hillary Clinton cree haber ganado las elecciones; Nancy Pelosi vive completamente desconectada de la realidad y no sabe ni encender un microondas; Joe Biden es un títere del partido incapaz de contener sus pensamientos racistas… En general, y lo dice claramente en el número musical con el que concluye la tercera temporada, retrata a la élite política, independientemente del partido al que represente, como millonarios que solo piensan en acumular poder para enriquecerse aún más. Lo mismito que tanta gente sospecha.
Tras la derrota de Donald Trump, está por ver si a Showtime le interesará encargar más episodios y, sobre todo, si los espectadores querrán verlos. Para quien esto escribe, Joe Biden puede dar también mucho juego como un ‘cartoon president’. No faltan motivos para ridiculizarlo, por mucho que no iguale los excesos y la falta de decencia del presidente saliente.