OPEN BAR.
9,5/10
Open Bar adapta los cómics homónimos de Fabcaro y es una certera y muy divertida sátira de la sociedad occidental contemporánea. Disecciona los aspectos más absurdos y ridículos del primer mundo. Prácticamente no hay aspecto o ámbito de la vida moderna que deje desatendido, de modo se mofa con el mismo ingenio de los exabruptos de la derecha y de la hipocresía buenista de los izquierdistas; de la falta de sensibilidad ecológica y social y de quienes parece que ya no pueden decir dos frases sin mencionar “energías renovables” o “ecologista”. Así, con todo.
Como ocurre en South Park o Padre de familia, nada ni nadie se libra de ser ridiculizado, ni los intelectuales pedantes, ni los políticos desconectados de la realidad, ni quienes hablan por teléfono en los trenes a todo volumen, ni los ricos snobs… La diferencia es que en esta serie el tono es algo más intelectual y que, en lugar de contar la tradicional historia en tres actos, la que nos ocupa encadena escenas independientes enlazadas por cortinillas -la mayoría de las cuales están protagonizadas por animales, por cierto-. Las emparenta, en cambio, su visión irreverente del humor y su escaso apego por lo políticamente correcto, que es otra diana para sus afilados dardos.
La serie, por otra parte, es un buen ejemplo de la estrecha relación que existe entre el cómic y la animación francesa, uno de los aspectos que explican buena parte de la fortaleza de ambas industrias. Además, es una buena muestra de cómo lograr productos artísticamente interesantes y atractivos internacionalmente sin necesidad de grandes desembolsos: dada su minimalista estética, imagino que el coste por episodio será relativamente bajo.
Open Bar está dirigida por Frédérick Chaillou, cuenta con animación de Louisa Bonnet, Lucy Daguerre, Clémence Minet, Mickaël Morel e Islena Neira, compositing de Jonathan Phansay-Chamson, producción de Catherine Esteves, Philippe Touzery y Jean-Martial Lefranc, montaje de Thomas Belair y música de Loulia.