EL ALQUIMISTA DE ACERO (HAGANE NO RENKINJUTSUSHI).
8/10

La primera adaptación del manga escrito e ilustrado por Hiromu Arakawa, habitualmente conocido internacionalmente como Fullmetal Alchemist – o FMA-, es una de las series de anime más populares. Es fácil comprender el porqué: la premisa es interesante, los personajes son atractivos, la estética está lograda y la animación es generalmente más sofisticada de lo habitual en las producciones televisivas. Además, a eso suma una lograda combinación de drama, fantasía, acción, aventura y toques de comedia -con deformación caricaturesca de los rostros incluidas-: los ingredientes habituales del anime comercial.

El alquimista de acero, que así es como se tituló en España, convence especialmente por la buena construcción de sus personajes, especialmente el protagonista homónimo, alguien inteligente, valiente y con superpoderes que le otorga su estudio de la alquimia. Eso sí, no tolera que le llamen niño, enano o cualquier otra mención a su corta estatura, cosa que le hace perder los estribos con cierta frecuencia.

El otro aspecto particularmente interesante es cómo crea e ilustra ese mundo fantástico en el que la alquimia permite transformar todo tipo de objetos y hasta revivir muertos o sanar miembros amputados. El universo steampunk y la mezcla de tecnologías anacrónicas es sugerente.

Quizá su punto débil sea, como tantas veces en la industria animada comercial japonesa, los diálogos que verbalizan lo obvio, son repetitivos o explican en exceso cualquier mínima cuestión, como si quisieran asegurarse de que ni siquiera los más despistados espectadores se pierden.

Hubo una segunda serie basada en el mismo manga, Fullmetal Alchemist: Brotherhood (2009).

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