OLLIE ESTÁ PERDIDO (LOST OLLIE).
7,5/10
Hay dos cuestiones bien diferenciadas que valorar en Ollie está perdido. Una, la más positiva, es la calidad técnica de la animación 3D empleada para dar vida a los peluches protagonistas. El fotorrealismo logrado es admirable y la animación es exquisita e igualmente realista -cierto, no sabemos cómo se mueve un peluche, pero si tuviera vida, es fácil imaginar que lo haría como lo vemos aquí-. Además, el diseño de los personajes animados es un acierto, especialmente el de Ollie y el de Zozo, el impresionante muñeco de feria que contribuirá a agrandar el mito del payaso escalofriante. Esos personajes en 3D, finalmente, están muy bien integrados en un contexto no animado.
La historia que cuenta y la manera de contarla, en cambio, son estimables pero no tan satisfactorias. Más allá de que ponga excesivo énfasis en los aspectos melodramáticos de la trama y de que busque la emotividad -véase el lloro de los espectadores- con recursos un pelín facilones, el mayor problema que le veo es que cuesta creerse a los personajes humanos. Prácticamente todas las situaciones son versiones cinematográficas de la realidad, con diálogos en los que se nota la mano de un guionista no particularmente personal.
Sí aprecio, en cambio, que para tratarse de una propuesta apta para público infantil el tono sea oscuro en más de un pasaje y que haya situaciones cercanas al cine de terror. Ese es un atrevimiento que celebro.