1933: King Kong

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King Kongamazon

Merian C. Cooper, Ernest B. Schoedsack.
KING KONG.
10/10 – EL OLIMPO

Categoría: Película.
Guion: James Ashmore Creelman, Ruth Rose.
Año: 1933.
País: Estados Unidos.
Género: Aventura, Fantasía, Acción.
Técnica: Mixta, Stop Motion.
Idioma: Inglés.
Característica: Animales, Dinosaurios, Héroes.
Duración: 1h 40min.
Clasificación por edades: Todas las edades.

En el ámbito del largometraje, Willis O’Brien ya había mostrado su valía al animar los dinosaurios de El mundo perdido (1925). Sin embargo, que se trataba de un maestro del stop motion quedó claro con esta película, donde pudo desarrollar más ampliamente su talento para la técnica, sus innovadoras ideas y su ambición artística.

Por lo pronto, durante los ocho años transcurridos entre uno y otro proyecto, se nota que los efectos especiales cinematográficos habían avanzando enormemente, de modo que la interacción entre las criaturas y los actores de carne y hueso es mucho más frecuente y creíble. Si en El mundo perdido los encuentros entre dinosaurios y humanos eran a menudo solventados con planos y contraplanos, aquí les vemos compartiendo pantalla con mucha frecuencia, cosa que acentúa considerablemente la ilusión de que el simio gigante y los dinosaurios de la isla existen realmente y son una amenaza para quienes allí se aventuran.

Por otra parte, quizá porque O’Brien y el resto del equipo contaban esta vez con mayor experiencia, las escenas de stop motion son más destacadas, más impresionantes y protagonizan mayor parte del metraje. Además, el popular y memorable clímax posee la espectacularidad que se echaba de menos en el desenlace de El mundo perdido.

Sin embargo, el gran logro de Willis O’Brien y compañía en King Kong fue dotar a la criatura homónima de humanidad. Entre el aspecto un tanto antropomórfico del simio, la brillante animación repleta de matices y detalles y los continuos primeros planos que tanto favorecía el animador, uno no tiene la sensación de estar solo ante un monstruo sanguinario: también frente a un ser con sentimientos enamorado a su manera de la aterrorizada joven. Si Winsor McCay dotó de personalidad a su dinosaurio Gertie, O’Brien hizo lo propio con King Kong, requisito imprescindible para que esta versión de la bella y la bestia emocionase. Pocas veces, por ejemplo, hemos sentido tanto que el teórico villano de la función caiga malherido de un rascacielos.

Adrián Encinas Salamanca, en su libro Animando lo imposible (Diábolo Ediciones, 2017), explica el proceso de construcción de las criaturas, entre otros muchos aspectos del film: “se siguió utilizando en esta obra la técnica de build-up para la construcción de sus muñecos, dado que a O’Brien no le satisfizo en absoluto las pruebas que hicieron con el sistema de moldes. Para cada muñeco, Marcel Delgado empezaba creando una escultura de arcilla a partir de la cual se diseñaba la ‘armature’ que sería mecanizada y construida a posteriori. Esta se recrecía con trozos de esponja y algodón, hasta darle las formas básicas de cada criatura. Más adelante, añadía una musculatura de goma que permitía mover las extremidades y la cabeza de los puppets, aportando gran realismo en la contracción y flexión de estos artificiales músculos. Cuando se llevaba a ese momento, procedía a aplicar una capa de látex líquido para simular la piel, que esculpía para crear detalles como escamas, arrugas o verrugas”. [Quien esté interesado en saber más, hará bien en hacerse con una copia del libro porque le dedica varias páginas a la película y a otros hitos de los inicios del stop motion].

En vista de su enorme éxito, la RKO tuvo lista en solo nueve meses una segunda parte, El hijo de Kong (1933).

Reseña Panorama
Puntuación
10
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