Wan Guchan y Wan Laiming. Categoría: Película. |
Tie shan gong zhu, que se puede traducir como ‘la princesa del abanico de hierro’ (a partir de “Princess Iron Fan”, que es como se conoce en inglés), es el primer largometraje animado de China y de Asia. Es también el quinto realizado con animación tradicional dibujada a mano, tras los tres de Walt Disney Studios –Blancanieves y los siete enanitos (1937), Pinocho (1940) y Fantasia (1940)- y el producido por Fleischer Studios –Los viajes de Gulliver (1939)-. Finalmente, es el noveno largometraje animado que se conserva, pues se estrenó el 1 de enero, seis meses antes que El dragón chiflado, la película recopilatoria de Disney.
Fue realizado por los hermanos Wan, los más populares animadores de China desde mediados de los años 20, que decidieron emprender este proyecto tras ver Blancanieves y los siete enanitos. Lo que ocurre es que por entonces el país acumulaba un notable retraso en lo que a la industria de la animación respecta, de modo que el resultado se queda a años luz del conseguido por la compañía de Walt Disney cuatro años antes.
No solo la animación carece de la misma sofisticación, también el empleo de sonido y música son aquí mucho más rudimentarios. Para ahorrar dinero, por ejemplo, los animadores recurrieron extensamente a la rotoscopia, solo que de un modo muy poco expresivo y que se nota para mal. A veces hasta se ven elementos de los actores reales bajo el dibujo. Además, como la trama fantástica exige que los personajes vuelen o adopten diversas formas, la transición entre la rotoscopia y el dibujo a mano no está nada conseguida y provoca un efecto desconcertante y una estética terriblemente desigual.
Tie shan gong zhu no ha envejecido bien por la baja calidad de la animación y los diseños, pero también porque su narración, en general, no tiene ni pies ni cabeza y carece de un mínimo control del ritmo cinematográfico o del paso fluido de una escena a otra. Parte de ese efecto deriva de un tipo de narración no occidental a la que no estamos acostumbrados, lo concedo, pero imagino que incluso para el espectador chino su visionado le parecerá una experiencia más caótica que satisfactoria.
Incluye elementos interesantes, como las transformaciones graduales de los protagonistas con poderes mágicos, el diseño de la princesa o el curioso momento en el que un personaje se toca la cara para recuperar sus rasgos faciales tras una caída. Por otra parte, es un proyecto de admirable ambición que fue realizado en un Shanghái bajo la ocupación japonesa y en plena Segunda Guerra Mundial. Sabiendo que las condiciones no eran nada fáciles y que no contaban con los medios de los estudios estadounidenses, lo conseguido tiene su mérito.
Aunque no fuese esa la voluntad de sus artífices, el film ha acabado por ser animación solo apta para adultos, para quienes quieran conocer los inicios de la animación o el cine asiático. No veo nada aquí que pueda resultar atractivo para niños, ni tan siquiera para amantes de la animación que sientan escasa curiosidad por los albores del medio.