Chuck Jones. Categoría: Cortometraje. |
Ya con su título en inglés, The Scarlet Pumpernickel, queda claro que se trata de una parodia de la novela The Scarlet Pimpernel (1905), de la baronesa Emma Orczy, y del filme homónimo dirigido por Harold Young en 1934 que en España se tituló La pimpinela escarlata (1934). Si título y argumento beben de la novela, el personaje protagonista es un claro guiño a las aventuras que Michael Curtiz dirigió con Errol Flynn como estrella. El actor es mencionado por Daffy en una de las habituales rupturas de la cuarta pared: tras darse el enésimo golpetazo, afirma, en paráfrasis: ‘esto a Errol Flynn no le pasa’.
Lo interesante de esta parodia es que, en lugar de centrarse en las obras referenciadas, la comedia proviene, esencialmente, de la riqueza del personaje de Daffy. Por lo pronto, nada más empezar tenemos el primer meta-chiste, dado que Daffy es al mismo tiempo el personaje que conocemos de otros cortos de los Looney Tunes y un actor que ha interpretado a esos personajes. Un actor, por cierto, cansado de estar encasillado en roles cómicos, que le suplica a un J.L. -evidentemente, Jack L. Warner, el jefazo de la Warner- que le contrate para un rol dramático. Ese personaje es el de un héroe de acción a lo Errol Flynn.
La herramienta humorística consiste en elegir para Daffy un personaje que no se le adapta en absoluto, pues la habilidad física que se presupone para un rol así está en las antípodas de su ineptitud: no por casualidad es la personificación de un animal que en español ha dado lugar al adjetivo patoso. Porque cuando Daffy se pone a leer el guion ante el ejecutivo de la Warner y en la pantalla le vemos transformado en el héroe, no se ha convertido mágicamente en él, no ha adquirido las competencias y talentos del misterioso Pimpinela Escarlata, sino que sigue siendo Daffy Duck. Disfrazado, sí, en una esforzada interpretación, pero no ha dejado de ser Daffy Duck, el personaje de siempre, ridículamente fuera de registro.
Esa estrategia cómica está reforzada por los juegos con el arte de narrar, dado que Daffy es al mismo tiempo narrador y personaje, con el aliciente extra de que solo fracasa en una de las dos tareas. Como personaje su incapacidad para ser un héroe clásico es manifiesta. En cambio, como narrador sí logra atraer la atención del tal J.L., solo que al tratar de mantenerla propone desenlaces cada vez más disparatados y ajenos a la trama original que desembocan en el desternillante recurso a la inflación. En ciertos aspectos, puede considerarse un ensayo de Chuck Jones y Michael Maltese para su más famosa experimentación con la narración y los códigos del cine animado, Esto está de locos (1953).
En el libro editado por Jerry Beck, The 50 Greatest Cartoons (1994), el corto figura en el puesto 31. Greg Ford escribe: “aunque hoy en día la idea de la ‘parodia de un género’ figura entre los primeros puestos del ranking de los formatos elegidos por quienes estudian la historia de los dibujos animados, El enmascarado negro era inusual para 1950, una anomalía en su tiempo. (…) Parodia aparte, lo más divertido es justamente el personaje de Daffy, el abismo que existe entre la percepción de Daffy de sí mismo y el ‘pequeño pato negro’ con multitud de defectos que realmente es”.
En Looney Tunes and Merrie Melodies: Complete Illustrated Guide to Warner Brothers Cartoons (1989), el libo de Jerry Beck y Will Friedwald, el corto es de los que figuran con ilustración y la descripción comienza con el diálogo de Daffy: “You’re killing me, I’m telling ya, J.L., you’re typecasting me to death. Comedy, always comedy” (me estás matando, te lo aseguro, J.L., me estás encasillando hasta la muerte. Comedia, siempre comedia).