1950: Érase una vez

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Érase una vez

Alexandre Cirici Pellicer.
ÉRASE UNA VEZ.
7/10

Categoría: Película.
Guion: José María Aragay y Javier González Álvarez.
Año: 1950.
País: España.
Género: Fantasía, Musical.
Técnica: Mixta, 2D, Rotoscopia.
Idioma: Español, Italiano (breves fragmentos).
Característica: Príncipes, Princesas, Medieval, Hadas.
Duración: 1h 30min.
Clasificación por edades: Todas las edades.

El mismo año en el que Disney presentó La cenicienta, se estrenó un segundo largometraje animado basado en el cuento de Charles Perrault: Érase una vez. Si no se titulan igual es porque Walt Disney lo había ya registrado en los principales mercados y no permitió que esta producción española lo empleara también. Eso sí, fijándose bien en su cartel, uno ve una cenefa alrededor de la ilustración principal en la que está escrito el nombre de la protagonista en varios idiomas.

Se trata de una historia tan popular que es lógico que se sucediesen las versiones animadas. Lotte Reiniger, de hecho, había ya dirigido una en 1922, Aschenputtel, solo que a partir del texto de los hermanos Grimm. Pero eso le importaba poco a Disney, empresa que no tenía reparos en dificultar la difusión de cualquier producto que pudiera hacer sombra a sus creaciones: un año después se esforzó por limitar la distribución en Estados Unidos de la cinta francesa Alice au pays des merveilles (1949), también porque coincidió en el tiempo con su Alicia en el país de las maravillas (1951).

En cualquier caso, la razón principal de que este film sea prácticamente olvidado no son las trabas de Disney. En el momento en el que escribo esto, 70 años después de su estreno, no existe una versión restaurada. Solo con un sonido un tanto deficiente y en blanco y negro, así que, más allá de algunos acetatos originales que se conservan, no sabemos cómo empleó el Cinefotocolor, la alternativa española y barata al Technicolor. Ninguna empresa ha querido comercializarla en formato doméstico ni forma parte del catálogo de plataforma de streaming alguna. Siendo así, ¿cómo va a ser conocida más allá de los interesados por los inicios de la animación?

Es una pena, porque Érase una vez, aun con sus muchas limitaciones, incluye escenas meritorias, aspectos interesantes y una circunstancia que despierta la curiosidad: el director de animación, diseñador de buena parte de los personajes y coautor del guion -no acreditado- es José Escobar, el creador de Zipi y Zape y Carpanta. Además, obtuvo una mención especial en la la Mostra de Venecia y recibió del régimen de Franco la calificación “Interés Nacional”, como puede verse en el material promocional de la época. Esto último, por supuesto, implica que la versión se hizo acorde a los ideales del régimen, lo que explica las numerosas menciones a Dios.

El film fue una ambiciosa producción, cercana a los cinco millones de pesetas, presupuesto que su productora, Estela Films, no recuperó. La compañía, por increíble que parezca, sigue existiendo, pero no volvió a realizar largometrajes de animación. Fue realizada con buena parte del equipo de Dibujos Animados Chamartín, estudio creado en 1942 a partir de la fusión de Dibsono Films e Hispano Gráfic, activo hasta 1949, y que obtuvo algo de éxito con la serie Don Cleque. Sin embargo, las carencias industriales -faltaban acetados, material de rodaje, etc…- se notan y el presupuesto, a pesar de ser alto para tratarse de la España de finales de los 40, no permitía rehacer fragmentos con fallos.

Respecto a la producción animada española, fue el tercer largometraje de animación con acetados tras Garbancito de la Mancha (1945) y Alegres vacaciones (1948), los dos trabajos de Arturo Moreno. Con esas dos obras comparte carencias -el subdesarrollo industrial, necesidad de amoldarse a las ideas del régimen para evitar la censura- y virtudes -puntuales muestras de talento y buenas interpretaciones de los actores de voz-. Por cierto, con el primer largometraje animado español comparte también a Rosita Valero, voz de la Cenicienta aquí, hada mágica en la de Garbancito.

Respecto a La cenicienta de Disney, es claramente inferior en muchos aspectos. La animación no podía competir con el gigante de la animación por motivos obvios. Tampoco la narración resulta igualmente memorable y hay escenas clave que son aquí tratadas con bastante menos brillo: pienso, sobre todo, en la transformación de los animales y la calabaza en pajes y carroza. Por otra parte, aquí la música es más variada y personal, pero los números musicales están peor integrados en la trama y a menudo distraen del hilo narrativo principal o lo ralentizan.

Por otra parte, aunque es admirable la ambición formal de Alexandre Cirici Pellicer, la mezcla de técnicas no funciona del todo bien. Figuran, por ejemplo, pasajes de ‘acción real’ que documentan danzas tradicionales, pero no hay interacción con los personajes animados, así que el efecto pierde eficacia por mucho que se trate de justificar en el guion. Lo mismo ocurre con la combinación de rotoscopia y dibujo a mano tradicional, pues en unos casos tenemos movimientos muy naturales -el baile de Cenicienta con el príncipe-, en otros exageración. Este último es un mal relativamente común en largometrajes animados desde Los viajes de Gulliver (1939), de Fleischer Studios.

Dicho esto, también depara gratos momentos. Por lo pronto, el diseño de la Cenicienta es muy estimable, cuya belleza y realismo contrasta con el tono caricaturesco de buena parte de los personajes. Son también bienvenidos los toques cómicos, como el harpa usada a modo de arco, la sombra rebelde de uno de los niños disfrazado de fantasma, o la calavera que el mago usa para comprobar si las monedas son buenas. Además, figuran dos curiosas escenas musicales: 1) dos caballos que realizan elegantes bailes de salón en pareja -claqué incluido con las herraduras-, uno de los cuales perfora la tierra antes de volver convertido en un híbrido entre animal y vegetal; 2) los zapateros que examinan el zapato de la protagonista para averiguar quién ha pedido fabricarlo, que se permite un chiste con anacronismo y rotura de la cuarta pared.

En fin, fue otro apreciable esfuerzo español por crear una industria de la animación con cierta continuidad, pero por entonces, en el terreno del largometraje, prácticamente todos los proyectos partieron desde cero, teniendo que montar nuevos estudios mal equipados, así que el retraso frente a Hollywood no hacía sino acrecentarse. Basta pensar que si por entonces Disney llevaba más de dos décadas siendo una eficiente máquina industrial y artística con departamentos bien definidos liderados por profesionales experimentados, en Érase una vez había talento pero escasa experiencia. Esto es casi anecdótico, pero solo José María Aragay contaba en su haber con una adaptación de Charles Perrault, pues había dirigido y coescrito Caperucita roja (1947).

Reseña Panorama
Puntuación
7
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