Frank Capra y William T. Hurtz. Categoría: Largometraje, Especial. |
Tras dos fracasos de taquilla consecutivos, Frank Capra, el director de películas esenciales como Sucedió una noche (1934), Juan Nadie (1941) o ¡Qué bello es vivir! (1946), decidió retirarse de Hollywood. Sin embargo, quizá porque quienes sienten pasión por su profesión no pueden permanecer muchos años alejado de ella, cuando AT&T le propuso realizar un especial televisivo aceptó embarcarse en el proyecto. Es más, asumió la escritura del guion y la producción además de la dirección.
El resultado del encargo fue Nuestro Sr. Sol, el primero de una serie con nueve especiales sobre ciencia denominada The Bell System Science Series. Capra dirigió las tres primeras entregas y produjo también la cuarta, antes de que la Warner tomara el testigo a partir de la quinta. Así nació una de las más apreciadas mezclas de entretenimiento y divulgación científica de la televisión estadounidense. Marcel LaFollette, en su artículo para la revista Science Communication, los describe como “especiales que combinan inteligentes líneas argumentales, sofisticada animación, veteranos actores, films de fenómenos naturales, entrevistas con científicos y precisas explicaciones de fenómenos científicos y técnicos, todo en la búsqueda de un mejor entendimiento de la ciencia por parte del público”.
Para tratarse de una propuesta didáctica centrada en la ciencia, sorprende que comience con una cita de la Biblia o que los minutos finales mencionen a Dios varias veces. Para Capra, católico convencido, era del todo natural, como escribió en su autobiografía: “si hago un film científico, tendré que decir que la investigación científica es solo otra expresión del Espíritu Santo que está presente en todos los hombres”. Uno puede estar más o menos de acuerdo, pero que ningún ateo se preocupe: el cineasta, hombre inteligente, no es de los que creen que el avance de la ciencia es una amenaza para la religión.
Teniendo en cuenta que se emitió en horario de máxima audiencia en la televisión en abierto, sorprende el rigor científico de numerosos pasajes. El especial incluye de hecho largas explicaciones en las que queda claro que a Frank Capra no le importó sacrificar puntualmente el entretenimiento con tal de asegurarse de que complejos conceptos eran debidamente entendidos. El tono se parece más al de una emisión de televisión por cable de una cadena temática, así que es excepcional que se produjese un especial de esta índole en 1956, prácticamente los albores de la televisión estadounidense.
La puesta en escena, que se limita a un solo escenario, no es particularmente llamativa, aunque eso tiene que ver, sobre todo, con cuestiones presupuestarias. En ese escenario vemos a los dos actores de carne y hueso, Dr. Frank C. Baxter., que interpreta el personaje de Dr. Research, y Eddie Albert, en el papel de un escritor de ficción que, en un interesante juego de meta-referencia, ha recibido el encargo de crear un programa sobre el sol. El guion, por cierto, es ágil e incluye toques de comedia entre una y otra explicación científica. Además, introduce con acierto a los dos principales personajes animados, Mr Sol y Father Time, con los que los actores dialogan durante el especial. Eso sí, no comparten plano, de modo que la ilusión de que todos existen el mismo universo ficticio lo logra con planos y contraplanos.
En cualquier caso, lo mejor de la función son las partes animadas, que dirigió William T. Hurtz y realizó el destacado estudio United Productions of America. Lástima que sean minoría, pues están todas muy bien resueltas y los personajes son muy expresivos. Mención especial se merece el fragmento que ilustra la fotosíntesis, pues posee todo el encanto de las mejores animaciones de UPA. Por suerte, dados los buenos resultados, La maravilla de la sangre (1957), el siguiente especial, otorgó más metraje a la animación.
Dado el tiempo que ha transcurrido desde su emisión y al rápido avance de la ciencia, hay cuestiones que se han quedado inevitablemente viejas. Lo que no ha envejecido, en cambio, es esa oda a la capacidad intelectual del ser humano con la que concluye, en la que es muy apropiado que suene el cuarto movimiento de la novena sinfonía de Ludwig van Beethoven, el que ha pasado a la posteridad como el himno de la alegría.
No conocía este especial de la UPA. ¡Gracias Ray!
Y yo, hasta hace unos días, tampoco lo conocía. Lo descubrí por el siguiente que dirigió Capra. Resulta que dirigió tres, todos con animación, aunque la UPA solo animó el primero. Qué cantidad de joyas por descubrir habrá en la televisión de todo el mundo.