Isao Takahata. Categoría: Película. |
La princesa encantada es el debut como director de largometrajes de Isao Takahata y además es la primera película en la que Hayao Miyazaki tuvo un rol destacado: figura en los créditos como diseñador de escenas y animador clave. Como eso implica también que es la primera colaboración de los dos principales artífices de Studio Ghibli y, en muchos aspectos, el inicio de las destacadas trayectorias de ambos, se considera historia esencial de la animación japonesa.
Hay muchos aspectos interesantes en el film y detalles prometedores en la dirección de Takahata, pero aún así es difícil llegar a una conclusión acerca de su visión artística en esa primera etapa porque no tenemos forma ya de saber qué de lo que vemos en pantalla fue una decisión suya y qué una imposición de Toei Animation, el estudio para el que trabajaba por entonces y que no tardó en abandonar -quizá, en parte, por la decepción que fue esta obra-. Suponemos que el tono más infantil y la presencia de animales al estilo de Disney fue cosa de la compañía, mientras que los elementos más adultos, oscuros y experimentales eran cosecha propia. También es probable que los toques políticos, como la mención al racismo sufrido por los ainu sugerido con el vestuario del personaje de Hilda sea cosa de Takahata; mientras la ambientación en Escandinavia fuese una condición de la Toei para suavizar esa polémica.
La cuestión es que, fuese por la inexperiencia como director de Isao Takahata, fuese por los constantes choques con los productores del estudio, la cuestión es que La princesa encantada llegó a los cines japoneses incompleta y sin apenas promoción. Eso provocó, naturalmente, que fuese un fracaso en taquilla, cosa que casi arruina la carrera de su director y de buena parte de los principales implicados en la cinta. También eso explica por qué hay escenas que son solo una sucesión de imágenes fijas, cuando otros pasajes están exquisitamente animados y la fluidez del movimiento es comparable al mejor Disney.
Y ahora es cuando, si uno intenta valorar el film tal y como se estrenó, ocurre lo que he mencionado al inicio. Podemos apreciar sus muchas virtudes, como el memorable personaje de Hilda, el gigante de piedra -creación típicamente ‘miyazakiana’-, el diseño del villano, el subtexto político…, pero sería injusto criticar las tremendas irregularidades en la narración y la animación puesto que seguramente no era así como Takahata quería concluirlo. En cualquier caso, aun incompleto, es el mejor largometraje de Toei Animation desde El pequeño príncipe y el dragón de 8 cabezas (1963).
Juan Manuel Corral, en su libro Hayao Miyazaki e Isao Takahata. Vida y obra de los cerebros de Studio Ghibli (Dolmen Editorial, 2016), escribe lo siguiente a propósito de esta película: “uno de los hitos del cine de animación japonés, acaso por esas desavenencias extracinematográficas que convirtieron los ochos meses de plan de rodaje en tres años. En cierto modo, la película representa las consecuencias de la lucha sindical que salpicaba no solo a la Tôei sino a toda la industria, al ser un producto creado por unos idealistas que creían que podían oponerse a la estructura empresarial japonesa constituida desde la época del cine mudo. (…) Esto es tan cierto como que incluso se tuvo que idear un nuevo puesto para Miyazaki, el de diseñador de escenas, por las aportaciones y cambios tan interesantes que un novato como él estaba concretando ante los animadores jefe y otros artistas más experimentados”.
Nota: la película se ha distribuido también en español con los títulos de Las aventuras de Horus, Príncipe del Sol y Las aventuras de Hols, Príncipe del Sol.