Bruno Bozzetto. Categoría: Película. |
Vip, mi hermano superhombre es el segundo largometraje dirigido por Bruno Bozzetto, tras su estupendo debut con Johnny y Clementina en el Oeste (1965). Si aquel es una parodia del cine del oeste que, de paso, inventó el spaghetti western animado, este repite enfoque paródico solo que con los superhéroes en el punto de mira. Lo curioso es que eligiese ese tema a finales de los 60, cuando el cine de superhéroes estaba aún en pañales: hubiera sido muy interesante ver qué hacía bien entrado el siglo XXI, cuando el subgénero era hegemónico y omnipresente en la taquilla.
En cualquier caso, la de Bozzetto no es una de esas parodias que se fijen en una película en concreto, ni en un cómic específico, sino que desarrolla su humor al subvertir las principales convenciones del subgénero desde un prisma irónico, creativo y personal. Lo primero que llama la atención, de hecho, es la peculiar estética del director italiano, que remite a la de sus cortometrajes y a la de su film anterior: fuerte caricatura, personajes estilizados y sencillos pero coloridos fondos. Se nota la limitación presupuestaria en una animación ídem en más de un pasaje, pero esa es una cuestión secundaria en una parte visual muy atractiva de todos modos.
La película se centra en dos hermanos superhéroes que, por caprichos de la genética, son muy distintos físicamente. Uno es guapo, alto y fuerte; el otro no tan guapo, bajito y bastante menos poderoso. Con esas gafas de pasta, se parece un poco a la versión de Woody Allen de las tiras cómicas que empezaron a publicarse a finales de los 70, aunque supongo que es casualidad porque el cineasta estadounidense no era tan conocido internacional a mediados de los 60, cuando Bruno Bozzetto emprendió el proyecto. El caso es que también se parece a otra creación del italiano, Signor Rossi, al menos en estatura y carácter. De todos modos, aunque el personaje central es él, minivip, el clave es su portentoso hermano, supervip, de cuya vanidad y superficialidad se ríe el trío de guionistas.
Y como se trata de un film del director italiano, si a la parodia puede sumar una sátira de la sociedad contemporánea, mejor aún. En Johnny y Clementina en el Oeste había algo de denuncia del capitalismo salvaje y aquí una divertida reflexión sobre el neocapitalismo y los peligros de la intersección entre consumismo, publicidad y medios de comunicación. Hay una frase particularmente lúcida, pronunciada por uno de los hombres de negocios: cuando la villana -propietaria de una cadena de supermercados- anuncia un invento para controlar la mente de las personas con el fin de que compren en sus tiendas, el hombre le responde que si funciona con las grandes mentes porque ‘con el ciudadano medio la tele y la radio ya logran ese efecto’.