Margarethe von Trotta. Categoría: Película. |
Un film sobre una monja alemana del siglo XI, esto es, de temática religiosa, y encima de carácter feminista, posiblemente sea todo lo que necesita escuchar un productor para saber que la inversión será arriesgada. No obstante, Margarethe von Trotta, prestigiosa directora de la que se alababa, entre otras muchas cosas, su certera mirada sobre la mujer en Alemania, logró realizar el proyecto y contó con la participación de hasta cuatro productoras. Mereció la pena el esfuerzo y el riesgo económico, pues el resultado, Visión – La historia de Hildegard Von Bingen, es un bello e inteligente film. La protagonista es Hildegard von Bingen (interpretada por una espléndida Barbara Sukowa), mujer de la que en el cartel español se destacan tres adjetivos: “santa, rebelde, visionaria”.
Curiosamente, dos de ellos aluden a su religiosidad, y ninguno a aquello por lo que sigue siendo recordada más allá de los círculos eclesiásticos: su talento creativo. Fueron los críticos literarios los que primero advirtieron el interés artístico de su poesía y esto animó a los musicólogos a descubrir su música, que en las últimas décadas del siglo XX se convirtió en paradigma de la contribución de los estudios de género, de la musicología feminista.
Ingenuamente, entré al cine esperando que Margarethe von Trotta me contara, con su solvencia habitual, la vida de una monja benedictina que componía música, algo así como el equivalente monasterial del Amadeus de Milos Forman. Pero claro, eso no sirve para vender entradas, mientras que narrarnos las peripecias de una santa que tiene visiones -y que logra el permiso para escribir sobre ellas- sí tiene su punto. Apenas si hay un apunte musical, muy avanzado el film, al escenificarse una de sus composiciones, el auto alegórico Ordo Virtutum, que posiblemente sea su pieza más conocida y apreciada. Pero son sólo un par de minutos, los que le bastan a la directora para mostrarnos las dotes compositivas y escénicas de Hildegard von Bingen y, de paso, para adelantar el desenlace de la tortuosa relación que mantiene con su hermana predilecta, Richardis von Stade (una convincente Hannah Herzsprung): en la obra le tienta el demonio, y le vence; pero en su vida le tienta el reconocimiento mundano que su influyente hermano pone en sus manos, y es vencida.
El guión, obra también de Margarethe von Trotta, se centra en cambio en su vida monacal, en su incansable lucha por lograr unos ideales que le son dictados directamente por Dios, con quien parece mantener una estrecha relación gracias a oportunas visiones. La cineasta alemana incluso se atreve a mostrarnos una de esas visiones místicas y lo hace colocando un ojo luminoso en el cielo. Así, sin ningún pudor. No obstante, ese mismo guión pone el acento en el ávido deseo de conocimiento de la monja, en su estudio de las hierbas medicinales, los clásicos de la literatura…, en definitiva, toda la ciencia y cultura que pudiese aprender.
En varios momentos ―la relación con las familias adineradas, la oposición de parte de la jerarquía eclesiástica, las aparentes resurrecciones, la creación de un nuevo monasterio…―, Visión recuerda a la interesante Teresa, el cuerpo de cristo (2007), de Ray Loriga, pero esos paralelismo se limitan al guión. El film de Margarethe von Trotta tiene una narrativa considerablemente más clásica y hace gala de una sobriedad cercana al precioso Francesco, giullare di Dio, de Roberto Rossellini. No obstante, la cámara se mueve ágilmente, casi frenética en más de un pasaje, acentuando acertadamente las escenas de especial intensidad dramática. Pero es una cámara que también sabe permanecer quieta, que se contagia precisamente de la exquisita quietud con la que conviven las monjas.
La banda sonora es, paradójicamente, uno de los aspectos endebles del film. Es evidente que la faceta musical de Hildegard von Bingen es secundaria, prácticamente anecdótica, pero me choca que recurra a una música tan convencional, que cae en todos los estereotipos del cine ambientado en la época medieval. ¿Se concebiría un largometraje dedicado a Beethoven, por ejemplo, en el que se contratase a un compositor para la música incidental? Sin embargo, la protagonista compuso algo más de setenta obras y sólo podemos escuchar parte de una. Más acertada es, en cambio, la inclusión de escenas en las que escuchamos a los monjes y a las monjas cantando, de modo que, definitivamente, la música diegética resulta más estimulante.