Patrice Leconte. Categoría: Película. |
La industria francesa de la animación gozaba de suficiente buena salud y prestigio como para atraer a un cineasta tan importante como Patrice Leconte. Es más, incluso se atrevió con una película de animación para adultos, ámbito habitualmente bastante menos lucrativo que la apta para público infantil. Al fin y al cabo, el director francés no tenía mayor problema en sacar adelante un film, así que si emprendía un proyecto animado es porque sabía que la cinematografía francesa era robusta y que recurrir a este medio no implicaba renunciar a la atención de su público habitual ni de la crítica. De hecho, Le Magasin des suicides se estrenó en el Festival de Cannes y en taquilla le fue bastante mejor que con su anterior trabajo, Voir la mer (2011).
Su debut en el cine animado es satisfactorio pero irregular. Quizá se deba a su inexperiencia en el medio, pues ya había mostrado en múltiples ocasiones su talento como narrador, pero aquí el ritmo cae en más de un altibajo. Por otra parte, que se trate de un musical es una buena idea, pero varias de las canciones no acaban de funcionar. Todas cumplen la máxima del género de permitir que la trama avance o definir los personajes, así que en ese sentido las letras, escritas por Leconte, son irreprochables. Sin embargo, algunas de las composiciones no son particularmente memorables, así que varias de esas escenas musicales acaban por resultar redundantes o poco atractivas. No ayuda tampoco que la puesta en escena de los números musicales sea poco imaginativa.
Le Magasin des suicides, no obstante, posee muchas buenas ideas y es, en conjunto, una interesante y singular propuesta. La premisa, por lo pronto, es intrigante: una familia regenta una tienda para suicidas con todo tipo de métodos con los quitarse la vida. El eslogan es clarificador: “¿has fallado en la vida? Triunfa con la muerte”. Además, tienen una tranquilizadora garantía: si lo que compras no te mata, te devuelven el dinero.
Leconte y el equipo de animadores reflejan muy bien ese mundo deprimente y desolador que a tanta gente invita a suicidarse. Lo logran con enormes y apagados edificios impersonales y tonos azulados que no están tan lejos del pueblo de Pesadilla antes de Navidad (1993), solo que sin el toque expresionista de esta última. La estética de los fondos es uno de los puntos fuertes del film.
Tampoco está nada mal el diseño de personajes y cómo estos cambian con el paso del tiempo. Es más, algunos de ellos, como el anciano que vemos postrado en su cama, recuerdan a los escuálidos seres que pueblan las películas de Sylvain Chomet. Hay más aciertos visuales, como cuando cita con humor su propio cine –Los bronceados (1978) y El marido de la peluquera (1990)-, cuando plantea la erótica escena del baile oriental o, finalmente, al ilustrar la pesadumbre del padre como esas manchas de tinta abstractas que se emplean en psicoanalítica para realizar el Test de Rorschach.
En definitiva, sin ser lo mejor de Patrice Leconte -título que hubiera tenido mucho mérito en vista de que su filmografía incluye al menos un par de obras clave del cine francés-, es un recomendable film, una personal propuesta animada para adultos y una bienvenida celebración de los placeres de la vida. Dudo que haya algún espectador que no sonría con su divertido y original desenlace.