Ari Folman. Categoría: Película. |
Tras el éxito internacional de Vals con Bashir (2008), Ari Folman pudo emprender un proyecto tan ambicioso y singular como el que nos ocupa. De nuevo empleó la animación como medio, aunque uno y otro film son muy distintos. Ni siquiera parecen obra del mismo director, así que su sello como autor no es de los que se reconocen fácilmente. Quizá su personalidad consista justamente en su voluntad de asumir riesgos artísticos, de proponer obras aventuradas desde un punto de vista narrativo y estético.
Si en Vals con Bashir exploró la Primera Guerra del Líbano interrogándose sobre los mecanismos de la memoria y con una atractiva mezcla de documental y ficción, en El congreso se acerca a la ciencia ficción con un enfoque igualmente original y, como extra, combina animación e imagen real. Es una adaptación muy libre de Congreso de futurología (1971), la novela de Stanislaw Lem, solo que la parábola sobre la dictadura comunista es aquí trasladada a un ámbito muy distinto: Hollywood.
Imagina un futuro, quizá cercano, en el que los actores son escaneados por Miramount Studio -obvio guiño al estudio en el que estás pensando- para que su imagen digital sea empleada en las producciones de la compañía durante los siguientes veinte años. Ese es solo el inicio, pues transcurrido ese tiempo, la evolución de la ciencia permite que se implante una idea aún más atractiva y perversa sobre la que nada revelaré aquí.
La primera parte de la película está rodada con los actores de carne y hueso. Aunque establece con eficacia la premisa y prepara bien lo que viene, es la más endeble. Robin Wright -que se interpreta a sí misma- y Harvey Keitel están estupendos, pero ni el guion ni la dirección son lo suficientemente brillantes como para que el universo de ciencia ficción propuesto sea del todo creíble.
En cambio, cuando comienza la segunda parte, el fragmento de animación, El congreso se convierte en una de las más fascinantes y asombrosas experiencias que quien esto escribe ha visto. Esa parte animada está justificada en la trama, pues arranca en el congreso al que alude el título, que se celebra en una zona “enteramente animada”. La animación es uno de los componentes esenciales de la innovación que cambia el mundo y las relaciones humanas para siempre.
Ari Folman volvió a contar con Yoni Goodman como director de la animación, pero esta vez no repitió la estética entre rotoscopia y cutout de Vals con Bashir. Optaron en cambio por un estilo que recuerda a la animación tradicional y claramente inspirado en los cortos de los 30 y 40 de Fleischer Studios y en la obra de pioneros de la animación como Tex Avery y Winsor McCay. Son influencias citadas por Goodman, pero se notan enseguida, especialmente el toque improvisado y alocado de los hermanos Max y Dave Fleischer, cuyos diseños y animación no imitaban la estética más refinada de Walt Disney Studios.
Cómo plasman Folman y Goodman ese universo animado y cómo la animación se convierte en el medio ideal para imaginar esa sociedad futura son los grandes atractivos del film. Uno tiene la sensación de estar frente a una gran alucinación. Por cierto, fue otro gran trabajo de Bridgit Folman Film Gang, que se encargó de la animación y coordinó a seis estudios de otros tantos países, tal era la envergadura del proyecto.
Es El congreso un largometraje irregular y de estructura un tanto descompensada, pero solo por los fragmentos animados y por todas las cuestiones que plantea acerca de nuestra sociedad y la evolución de la industria del entretenimiento merece la pena darle una oportunidad. Al fin y al cabo, es una de las más peculiares cintas de ciencia ficción del siglo XXI.