Alexandre Heboyan, Benoît Philippon. Categoría: Película. |
Mune: Guardian of the Moon (Mune, el guardián de la luna) es una de esas ambiciosas producciones, de alto presupuesto y artísticamente aventuradas, que en Europa prácticamente solo son posibles en Francia. Un presupuesto de 14 millones de euros para realizar una película que se desmarca de los modelos comerciales de Hollywood es un riesgo que se puede permitir una industria tan sana como la francesa, e incluso en ese caso fue un fracaso económico: apenas si recaudó seis millones de Euros en todo el mundo, una cifra que no debió de permitir recuperar la inversión ni siquiera a largo plazo. Es una pena, porque este tipo de animación 3D y de película apta para todos los públicos era tan inusual como bienvenida y, en vista de la recepción, veía drásticamente reducidas sus posibilidades de tener continuidad.
La película es una imaginativa maravilla que seduce por la historia que cuenta y, aun más, por la estética con la que la ilustra. Es uno de los más interesantes usos de animación 3D por ordenador de la década y, como aliciente extra, no se parece nada a las propuestas visuales contemporáneas de los grandes estudios de Hollywood. Si acaso, tiene puntos en común con las más aventuradas creaciones de Pixar, pero da la sensación de tomar siempre un camino personal, cosa que le confiere buena parte de su encanto. Dicho esto, las pequeñas criaturas redondas que habitan el templo de la luna y esos mismos templos móviles recuerdan a las ocurrencias del gran Hayao Miyazaki.
Para terminar con la parte visual, el 3D que predomina convive con breves pasajes en 2D, realizados por Studio La Cachette, que son también estupendos. Varios son flashbacks, un lugar común de las producciones en 3D; otros, los más interesantes, ilustran las escenas oníricas, que son deliciosas. Además del trabajo de los directores y del equipo de animadores, es justo destacar el trabajo de Nicolas Marlet, diseñador de los personajes, y de Aurélien Predal y Rémi Salmon, directores artísticos.
Igualmente admirable es la originalidad del guion, el atractivo del complejo mundo en el que transcurre la trama y la rica galería de personajes, que parece una mezcla de mitologías surgidas de civilizaciones milenarias. Posee esa cualidad intemporal que tan difícil es de lograr. También es apreciable que no sucumba a la tentación de enlazar gags -como tantas veces ocurre en la animación de Hollywood- ni de incluir referencias a la cultura pop para entretener al público adulto. No es necesario: la historia es tan sugerente que basta para mantener la atención de espectadores ávidos de aventuras fantásticas bien contadas. En cambio, es cierto que el desarrollo, con el habitual antihéroe que emprende, casi a su pesar, un ‘viaje del héroe’, no es tan original como el resto, lo que no quiere decir que sea previsible ni mucho menos convencional.
Una de las cumbres de la animación independiente del siglo XXI que se quedó cerca de ser una obra maestra.