Angus MacLane. Categoría: Película. |
Tengo la impresión de que Pixar es a menudo víctima de su propio éxito y que Lightyear fue uno de esos casos en los que su reputación jugó en su contra. Del estudio se espera siempre una obra excepcional, así que cuando no lo es el resultado es juzgado con especial severidad. Máxime si la película forma parte de la más popular y querida saga de la historia de la animación 3D, la que comenzó con Toy Story (1995).
La que nos ocupa no es una de las creaciones esenciales de Pixar y se queda lejos del encanto de la tetralogía original. Hasta Toy Story 4 (2019) sale bien parada de la comparación con esta. Eso no niega que incluya numerosos aciertos y que sea una de las pocas incursiones en la ciencia ficción de la animación 3D apta para público infantil. Esto último tiene mayor valor dado que no está pasada por el prisma de la comedia -aunque haya varios logrados toques de humor-, del musical o de cualquier otro género: es una decidida apuesta por la ciencia ficción con el sabor de los clásicos del séptimo arte. Incluso en un estudio tan rompedor como Pixar era solo la segunda vez que ocurría, tras WALL·E (2008).
De Lightyear aprecio también la rica construcción del personaje homónimo y del universo en el que transcurre la trama; la creíble tecnología futurista que presenta; lo bien introducidas que están algunas de las claves del personaje -incluida su famosa frase sobre el infinito-; y cómo juega, en general, con la mitología de Buzz: hay, por ejemplo, una interesante revelación sobre su némesis, Zurg, que incluye un chiste sobre su nombre. A eso se suma, naturalmente, que estética y animación sea una maravilla, como de costumbre en el estudio. Hasta me parece valiente que se atreva con más pasajes oscuros de lo habitual en el cine de animación para todos los públicos. ¡Ah!, y el personaje del gato es una preciosidad, otra creación para la galería de inmortales de Pixar.
Su encanto, eso sí, se ve lastrado por dos problemas principales. Uno es un guion un tanto predecible al que se lo notan las intenciones a la legua. Queda claro que se trata de ver cómo Buzz Lightyear acepta al equipo con el que le toca luchar, así que los guionistas colocan pequeñas trampas de guion aquí y allá: justo ocurre algo para que no pueda irse sin ellos; alguno mete la pata y pone a prueba su paciencia; a pesar de su inexperiencia le salvan más de una vez… Hay que reconocerles no obstante que esos recursos están hábilmente empleados y que la estimable dirección de Angus MacLane los disimula más o menos bien.
El otro problema, que afecta a la parte artística pero explica, sobre todo, el fracaso en taquilla, es que cuesta relacionarla con la saga Toy Story. Sí, queda claro que el mismo personaje, pero no qué es exactamente lo que estamos viendo: ¿una película en la que está basada el juguete?, ¿una persona real que comparte características con el juguete?, ¿una imaginación de Andy Davis cuando juega con el juguete?… Sabemos, por las declaraciones de los responsables, que se trata del primer caso, pero nada aquí lo deja claro.
Dicho esto, el mal resultado en taquilla tiene que ver con cuestiones promocionales más que con la película en sí. Al menos no con las cualidades artísticas o con el entretenimiento que ofrece. Ni siquiera me parece aventurado afirmar que el beso lésbico que vemos durante un segundo en una de las primeras escenas le ha hecho más daño a sus aspiraciones comerciales que cualquier otra cuestión. A algunos accionistas de Disney quizá no les haya hecho gracia, a mí me parece otro motivo para admirar Pixar.