Komada – A Whisky Family pertenece a una serie de películas sobre profesiones. Esta, ya lo anticipa el título, se centra en una destilería de whisky. Aprecio el esfuerzo de documentación realizado y su afán didáctico. Como lo ignoro todo sobre la bebida alcohólica, no sé hasta qué punto lo mostrado se ajusta a la realidad, pero cuando acaba uno ha aprendido multitud de cuestiones sobre su confección.
El interés artístico de la cinta es otra cuestión. Las principales limitaciones que le veo son un guion excesivamente convencional que cae en muchos lugares comunes del drama de superación personal y una dirección más cercana al estándar del anime para televisión. La puesta en escena, en la que no faltan tópicos como el plano general del lugar del edificio en el que va a transcurrir el siguiente diálogo, y la banda sonora, entre otros asuntos, carecen de detalles personales que revelen la ambición cinematográfica que se le presupone a un largometraje pensado para ser visto en una gran pantalla.
Algo similar ocurre con la estética, que padece por un poco inspirado diseño de personajes y por unos fondos desiguales: las imágenes del cielo no están mal, las ilustraciones de la destilería y otros interiores son poco atractivas. La animación es, de nuevo, como la de una serie de presupuesto medio. Claro que el estándar japonés es alto, de modo que para los amantes del anime seguramente sea una propuesta visual satisfactoria.
En general, es un ejemplo de animación comercial bien hecha.