Miguelanxo Prado. Categoría: Película. |
De Profundis es una película artesanal de corte experimental tanto por su estética como por su narración. La animación, especialmente en su parte inicial, es mínima. No me refiero a mínima en el sentido de cuando Vatroslav Mimica creaba la ilusión de movimiento con solo uno o dos elementos. Me refiero a que durante algunos pasajes solo se mueve la cámara sobre fondos estáticos o a que la expresión de los rostros está realizada mediante el paso de una imagen 1 a una imagen 2 con una técnica al estilo del morphing.
Eso se explica porque su autor es el prestigioso y premiado historietista Miguelanxo Prado, que durante años realizó las más de 10.000 pinturas al óleo empleadas para su realización. Buena parte del largometraje es un paseo -pausado, contemplativo, de tempo lento- por esos dibujos, todos bellísimos y de fascinante colorido. Uno tiene por momentos la impresión de estar frente a un cómic en movimiento más que ante un film.
Se puede dar el caso paradójico de que los amantes de la animación, especialmente los menos acostumbrados a su vertiente vanguardista, no sean quienes mejor lo aprecien. E incluso en ese ámbito, en ocasiones se echa de menos una animación más fluida o rostros más expresivos, sobre todo en los pasajes emotivos. En cambio, para el espectador ávido de nuevas experiencias visuales y narrativas, será una propuesta estimulante, le interese o no la animación.
La película está en general más cercana al videoarte que a la narración convencional. Es más una sucesión de estímulos visuales, de óleos animados, que un hilo narrativo. Sí hay una historia que uno puede resumir y contar, pero esta es un pretexto para todo lo demás, para ese viaje visual que transcurre entre la fantasía y las atmósferas oníricas.
De hecho, esa historia mínima que va cautivando a medida que avanza el metraje, está contada sin diálogos, con la unión de las imágenes y una estupenda música compuesta por Nani García, el otro autor clave de esta obra. Las imágenes son una suerte de equivalente visual de la música orquestal. Eso sí, no tiene nada que ver con Fantasia (1940), de Walt Disney, porque la animación no trata de imaginar una trama para la música -es más bien el procedimiento contrario- y estéticamente están a años luz.