LOONEY TUNES CARTOONS.
8/10
Los cortos de Looney Tunes y Merrie Melodies, de los que se produjeron un millar de obras entre 1929 y 1969, fueron los más populares en cines estadounidense durante las décadas de los 40, 50 y 60, en parte porque Disney se concentró en la creación de largometrajes tras el éxito de Blancanieves y los siete enanitos (1937), en parte por el trabajo de excelentes animadores, guionistas y directores.
La cuestión es que, una vez los cortos para salas de cine dejaron de ser rentables, los personajes eran ya tan importantes para la cultura pop que nunca se fueron del todo, de modo que la Warner los situó en series, especiales, redifusiones y, por supuesto, en la película Space Jam (1996). Lo que no había hecho desde entonces era volver a producir regularmente cortos con el formato original, con una duración de unos cinco y seis minutos, y eso es exactamente lo que se propuso recuperar Peter Browngardt, el creador de Uncle Grandpa.
Looney Tunes Cartoons es un homenaje a los cortos clásicos de la Warner, a esas obras maestras dirigidas por grandes de la animación como Chuck Jones, Tex Avery o Bob Clampett. No es exactamente el formato original porque los cortos no están presentados individualmente en HBO Max, pero sí están reagrupados como segmentos en capítulos de unos diez minutos. Lo habitual es que haya dos fragmentos principales unidos por un breve gag a modo de interludio.
La primera temporada es un tanto desigual y a algunos cortos se les puede reprochar que no sea tan visuales como los referentes que tratan de imitar, pero los mejores sí remiten a la era dorada de la Warner, a esas maravillas de ingenio, slapstick y creativa violencia. El diseño de los personajes es muy similar al de esa época clásica, los fondos son prácticamente idénticos y la mayoría de gags recuerdan a los de entonces: incluso hay algunos que son claros homenajes y que parten de las mismas premisas.
Otra vez disfrutamos con la socarrona inteligencia de Bugs Bunny para librarse de variopintas soluciones, de un Coyote incapaz de atrapar al Correcaminos, de un pobre, de un Daffy que saca de quicio a sus pobre víctimas para nuestro enorme regocijo… No hay ningún segmento que concluya sin sacarnos una sonrisa y otros son tan brillantes que seguramente acaben convirtiéndose en clásicos a su vez, como Vincent Van Fudd.
