Alejandro Amenábar. Categoría: Película. |
Fue valiente Alejandro Amenábar cuando decidió dirigir una película ambientada en la Guerra Civil española -el asunto llevaba tiempo siendo un lugar común para criticar a la industria cinematográfica española entre quienes, evidentemente, dedicaban poco tiempo a su visionado-. Claro que él podía permitirse un proyecto así: era el mayor fenómeno comercial -junto a Santiago Segura– desde que debutó con la fascinante Tesis (1996).
Fue también inteligente en su tratamiento de tan turbulento y triste periodo de la historia española. Finalmente, fue osado y original al situar a Miguel de Unamuno como personaje central. Es admirable que un escritor y filósofo sea el protagonista de una cinta concebida para llegar a un amplio número de público: su narración es de clara vocación comercial, lo cual no de ningún modo un reproche, al contrario.
Que Alejandro Amenábar es un narrador superdotado lo ha demostrado en todos sus films, incluso en el menos logrado Regresión (2014), así que aquí combina con la maestría habitual la trama centrada en Unamuno con la progresión de la contienda liderada por Franco y el temible Millán Astray. Dicho sea de paso, es de agradecer el nada caricaturesco retrato de un ambicioso e inteligente Franco, muy bien interpretado por Santi Prego, la revelación del largometraje.
Mientras dure la guerra es muy recomendable y otra estupenda obra que sumar a una cada vez más personal y heterogénea filmografía. Como de costumbre en su cine, todos los actores están fenomenalmente bien, encarnen a protagonistas –Karra Elejalde, cómo no- o a secundarios con breves apariciones. Eso sí, permitidme que destaque a Tito Valverde, que están espléndido. Claro que, ¿cuándo no lo está?
Sin embargo, es también un tanto irregular. A pesar de la colección de buenos planos, en ocasiones tengo la impresión de que, en su habitual y comprensible intento de agradar, cae más de una vez en subrayados sentimentales, como si temiese que tan tremenda historia no bastase para despertar nuestros sentimientos. La música, en ese sentido, es uno de los aspectos más decepcionantes: me refiero a su uso para subrayar esos picos emocionales, no a su interés artístico.
Luego, la escena de la discusión entre el catedrático de literatura y Unamuno sí es un tanto caricaturesca -con una nada profunda oposición de derecha e izquierda escrita en clave contemporánea-, por mucho que cumpla su papel de mostrarnos las contradicciones del escritor. Por otra parte, disculpadme si me detengo en un detalle lingüístico, así que los no interesados se pueden saltar el siguiente párrafo con toda tranquilidad.
Ahí va: el mencionado catedrático de literatura, buen amigo de Unamuno, emplea una vez la palabra ‘escuchar’ en vez de la que sería correcta, ‘oír’. ¿En serio es catedrático? ¿Y de literatura, nada menos?
Dicho esto, cualquier aspecto menos convincente del film queda olvidado por la loable decisión de convertir un discurso, el célebre discurso en la Universidad de Salamanca, en el clímax. Amenábar consigue que un material tan poco cinematográfico -un hombre de pie, prácticamente estático – resulte extraordinariamente intenso. El desenlace de la secuencia, de hecho, es un acierto y está muy bien rodado. Eso sí, la versión del discurso que propone adapta el relato de ficción que Luis Portillo publicó en una revista de literatura. Erróneamente se ha considerado verídico en más de una ocasión, pero ha sido rebatido por historiadores que encontraron precisamente ese origen literario de una versión del discurso que no tardó en alcanzar un estatus casi mitológico.
Nota: es interesante que en cuestión de semanas se estrenaran dos películas ambientadas en la Guerra Civil, esta y La trinchera infinita, pues sus planteamientos son radicalmente distintos. Les une, eso sí, su sensible e inteligente tratamiento de la época.