JARDÍN MÓVIL.
8,5/10
Sus responsables presentan Jardín Móvil como una “serie para bebés” y desde luego que es muy recomendable para preescolares y, en general, para quienes descubren el mundo audiovisual. Sin embargo, no veo que su encanto se limite a quienes tengan menos de seis años. Como ocurre regularmente con la mejor animación para los más jóvenes espectadores, debería interesar también a los amantes del medio de todas las edades, máxime cuando es una propuesta esencialmente abstracta y experimental. Es, en definitiva, la clase de animación que se puede ver en los festivales.
Cada episodio de la serie se centra en un fenómeno de la naturaleza o en la fauna y flora que la habita. Hay capítulos dedicados al arcoíris, a los copos de nieve, a las luciérnagas o a las raíces, por ejemplo. Lo habitual es que los cuatro minutos de animación ilustren cómo se crea el fenómeno natural, aunque en ocasiones optan por un enfoque más abstracto, esencialmente visual, sin preocuparse por los aspectos didácticos -cosa que me parece un acierto-. Es más bien una sucesión de estímulos visuales, de colores y de formas geométricas, inspirados libremente en elementos de la naturaleza y seres vivos. Hay planos muy bellos y la forma en la que están enlazadas las escenas resulta hipnótica.
De modo que sí, el público infantil que tenga la suerte de verla seguramente la disfrute, pero lo mismo me ha pasado a mí y hace tiempo que dejé atrás la infancia.
Jardín Móvil está escrita por Matías Ferreyra junto a Paula Daveloza, que también se encarga de la dirección. Carmen Garzón firma la estupenda dirección de arte, Pablo Spollansky es productor ejecutivo y Rosario Carlino, Matías Zanotto y Facundo Corsini realizaron la animación, realizada en stop motion, en animación con recortes.
