¡LA SERIE DE CUPHEAD! (THE CUPHEAD SHOW!).
9/10
¡La serie de Cuphead! adapta el exitoso y premiado videojuego Cuphead, de Studio MDHR, creado por Chad Moldenhauer y Jared Moldenhauer. Como el juego, la serie es también un homenaje a la animación de la década de 1930, al estilo ‘rubber hose’ de Fleischer Studios, a la belleza de los fondos de Disney y, aunque no esté mencionada como influencia, a los gags absurdos y surrealistas de los cortos de los Looney Tunes de Warner Bros. Cartoons. Aquí todos los elementos remiten a esa era dorada del medio: el tipo de personajes, los fondos artesanales, la animación, el ritmo, el tono cómico, la banda sonora orquestal, las canciones, los efectos de sonido…
Lo mejor de la serie es lo bien que imita la animación que trata de replicar. Va incluso más allá que el intento por recuperar los cortos clásicos de Looney Tunes Cartoons (2020). Los fondos, por ejemplo, parecen tomados del archivo de los primeros años de Disney y los protagonistas, Cuphead y Mugman, dan la impresión de haber sido estrellas de la animación en aquella década. La dirección remite a la narración predominante por aquel entonces, Ego Plum nos sumerge en la música de aquella era y la brillante dirección artística de Andrea Fernández es como un viaje en el tiempo.
Lo único que cambie ligeramente es que los personajes no están animados a lápiz sobre papel y coloreados sobre acetados al modo tradicional: hubiera sido aun más costoso en tiempo y dinero. Sin embargo, el estudio responsable de la animación, Lighthouse Studios, realizó un excelente trabajo que da el pego y sí logra los movimientos y la estética retro buscadas. Ninguna sorpresa cuando sabemos que el estudio es una colaboración entre Mercury Filmworks y el muy querido Cartoon Saloon.
Los episodios, que suelen durar el doble de los siete minutos que eran el estándar de la época, son entretenidos y no concluyen sin deparar varias carcajadas. Eso sí, la serie es mucho más atractiva por su estética que por sus guiones: no faltan gags ingeniosos, pero solo puntualmente alcanza el genio o la seducción intemporal de las mejores creaciones de los años 30: sería injusto pedirle tal logro a una serie que, en cualquier caso, es fabulosa.
