Cécile Brun. Categoría: Cortometraje. |
Hay dos aspectos particularmente destacados en Lah gah, uno narrativo y otro estético. Lo interesante es que, aunque se puedan analizar por separado, aquí son prácticamente indisociables, en el sentido de que la parte visual afecta a la narración y esta última es también la que determina la elección de la estética.
El corto comienza con una escena relativamente cotidiana, inofensiva y feliz. Una niña cocina junto a su padre. Ella está contenta y ríe a carcajadas cuando el padre rompe el huevo en su frente. Ella ayuda, entusiasmada, a mezclar la masa. Esa parte, la cotidianeidad placentera, está ilustrada con minimalista animación realizada con lápiz sobre papel. Difícilmente podría ser más sencilla esa propuesta visual.
Pues bien, es en ese alegre contexto, posiblemente cuando el espectador ha bajado la guardia y cree que va a ver una tierna comedia con protagonista infantil, Cécile Brun introduce un elemento de intranquilidad, de drama, de inquietud. La directora la describe como una reflexión sobre el sentimiento de pérdida y la desaparición. No es necesariamente la única interpretación posible, pero percibimos en cualquier caso el abrupto cambio de tono que parece sugerir la pérdida de la inocencia infantil o cómo los recuerdos infantiles se perciben de otro modo cuando se ha perdido a la persona recordada.
Esa parte de la narración es introducida con una segunda técnica de animación, un peculiar stop motion, casi bidimensional, que podría ser la bruma del olvido o la irrupción de la tristeza. Cécile Brun lo denomina animación “multilayer” (multicapa) y me parece una estupenda definición de lo que vemos, puesto que, en efecto, añade más capas a la historia, literales y metafóricas. A eso se suma que aprovecha una de las cualidades del stop motion, la de emplear materiales relacionados con aquello que se cuenta, en este caso la masa en preparación y la que sume al plano en pasajes de total o relativa oscuridad.