DETECTIVE CONAN: HANZAWA EL CULPABLE (MEITANTEI CONAN: HANNIN NO HANZAWA-SAN).
8/10
A Netflix, es comprensible, lo que le gustaría es tener los derechos de la serie madre, Detective Conan (1996), pero como no puede, hace lo posible por al menos sumar a su catálogo las series derivadas. En julio del 2022 estrenó la primera, Detective Conan: La hora del té de Cero, y el 1 de febrero la que nos ocupa, adaptación del manga escrito e ilustrado por Mayuko Kanba, a su vez derivado del de Gosho Aoyama.
Se centra en Hanzawa, una suerte de silueta negra tridimensional que solía representar al criminal de identidad misteriosa en la serie principal, solo que aquí es un ser sintiente y pensante, con personalidad propia. Eso sí, su mayor afán sigue siendo el que se le presupone: cometer crímenes y, más precisamente, matar a alguien.
La premisa de Detective Conan: Hanzawa el culpable tiene gracia -está en la frontera con el humor absurdo- y su ejecución en esta serie es más que satisfactoria. El protagonista se muda a Beika, una ciudad conocida por su alto índice de criminalidad, donde buena parte del parque inmobiliario está a precios de saldo porque en la vivienda se ha cometido un asesinato y son habituales las explosiones. Hanzawa cree que es el sitio ideal para perpetrar su crimen, pero pronto se ve inmerso en una espiral de gastos que le abocan a tener que trabajar si no quiere tener que pedirle más dinero a su madre. Así, entre el trabajo y su vida social, no encuentra tiempo para ejecutar su malévolo plan.
El humor no es que sea muy sofisticado, es el característico japonés a partir de situaciones cotidianas, pero funciona muy bien. Es más, esa trama cómica en la que un personaje no consigue nunca su objetivo porque siempre hay algo a última hora que se lo impide entronca tanto con el ‘cartoon’ clásico -el coyote, por ejemplo- como con el cómic europeo -el Carpanta de Ibáñez, por ejemplo-. La estética, finalmente, es la habitual en la saga, nada especial, aunque apoya bien la comicidad de la propuesta y posee su encanto.
