Entrevista a Coke Riobóo

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Coke Riobóo es uno de los cortometrajistas más singulares, aventurados e imaginativos de España. Es un especialista en stop motion que se ha interesado por varias vertientes de la técnica: plastimación, plastilina sobre cristal, animación de miniaturas… Regularmente recibe encargos de anuncios, videoclips y cortinillas, pero nos interesan especialmente sus proyectos personales, que son una mezcla de virtuosismo con la animación, humor y compromiso social y político.

Por suerte, tan destacado creador ha aceptado ser entrevistado, así que aquí tienes sus respuestas.

Empecemos por el inicio. ¿Qué animación recuerdas ver de pequeño o que te gustase particularmente?

Pues no tengo ningún recuerdo especialmente sugerente. Me gustaba sobre todo Mazinger Zeta y programas como Planeta imaginario.

Hasta los 30 no te dedicaste a la animación, pues estabas centrado en tu faceta de músico y técnico. Sin embargo, ¿qué intereses, o qué parte de tu formación artística, son los que crees que te llevaron a la animación? Dicho de otro modo, ¿qué curiosidad o sensibilidad artística fue la que hizo que, un día, te viniera el duende a visitar y de pronto te pusieras a animar con plastilina? 

De pequeño, estaba todo el día dibujando y modelando con plastilina, con ocho o diez años quería ser dibujante de cómic. Eso hasta los 13 años que se me cruzó la música y mi pasión por el heavy metal. A partir de entonces decidí que quería ser músico, aunque nunca dejé de pintar.

Hubo un momento con 12 años que creo que fue la semilla que luego propició que me dedicara a la animación. Estaba en séptimo de EGB -sí, soy ya mayor y estudié la EGB-, tenía un profe buenísimo de matemáticas que, a pesar de suspender su asignatura, me tenía bastante cariño. Un buen día me dijo: “si me haces una película animada de sumar y restar polinomios, te apruebo el curso, ya que estás todo el día dibujando en clase, que te sirva para algo”. Esto ahora puede ser algo normal, pero en aquella época encontrar un profe tan majo y tan didáctico ero algo muy raro. Así que otro compi y yo nos pusimos con el tomavistas de súper ocho de mi padre a rodar la película, en la que había 30 o 40 segundos de sumas y restas de polinomios y el resto eran chorradas como la caricatura del profe andando y su cabeza rodando por el suelo, calaveras riendo y demás frikadas. Aún así nos aprobó.

Desde el inicio, el stop motion y su hermana pequeña la plastimación han sido tus técnicas predilectas. ¿Por qué las elegiste? ¿Te has planteado alguna vez realizar dibujos animados, o en 3D?

Siempre me ha gustado la artesanía, soy bueno haciendo cosas con las manos, hice cerámica, cestería, pintura en seda y otras muchas técnicas, y sobre todo, siento una pasión absoluta por la plastilina. Lo manual lo puedo controlar, sé hasta donde puedo llegar, y cuando empecé con la animación apenas si sabía manejar un ordenador, así que era complicado que me pudiera interesar la animación 3D. El 2D me gusta mucho, pero es un proceso más tedioso para mí, aunque últimamente me está tentando probar, pero requiere de un conocimiento muy amplio de la técnica y me cuesta mucho más poder marcar un estilo definido, más personal, a la hora de dibujar.

¿Qué supuso para ti ganar el premio Goya al mejor cortometraje de animación con El viaje de Saíd? ¿Te abrió algún tipo de puerta? ¿Recibiste alguna oferta gracias a ese premio, fuese o no por parte de la industria española?

Pues me ayudó bastante, ten en cuenta que era mi primer corto y yo llevaba muy poco tiempo haciendo animación, además lo compaginaba con ser maquinista y regidor de teatro, así que me permitió dedicarme de lleno a la animación, ponerme en serio a formarme y a interesarme de verdad por ser un buen animador. Me salieron ofertas de trabajo, sobre todo en publicidad y me tiré al barro, muchas veces sin tener muy claro cómo rodar lo que me pedían, pues me faltaba muchísima experiencia, pero conseguí sacar adelante un montón de proyectos y muchos talleres de animación también.

En este corto, como de costumbre en tu filmografía, eres también el autor de la banda sonora. Habitualmente, ¿en qué parte del proceso empiezas a pensar en la música? ¿En qué medida ser también compositor influye en tu manera de concebir la animación, que al fin y al cabo es música para los ojos?

Casi siempre va en paralelo, muchas veces me imagino la música a la vez que la historia y la estética, para mí es indisoluble. Aunque tengo muchas ganas de contar con compositores en futuros proyectos me cuesta mucho delegar esta parte en otra persona.

La animación es puro ritmo, por eso muchos animadores son músicos también.

En el 2013 estrenas finalmente El ruido del mundo, realizado con plastilina sobre vidrio. Tengo muchas preguntas respecto a ese corto, pero las dejaré en dos: ¿por qué quisiste animar con esa técnica?; dado que tardaste cuatro años en terminarlo, ¿cómo hiciste para mantener la cordura?

Tenía la necesidad de hacer mi segundo cortometraje y la presión era enorme, no me quería repetir y tampoco me podía permitir el trabajar con un equipo tan amplio de gente como en El viaje de Saíd, pues casi todo el mundo trabajó gratis y me daba mucha vergüenza volver a pedir favores.

Así que busqué una técnica que me permitiera poder contar una historia yo solo, probé con la arena, pero se me movía y me era muy difícil dibujar con el detalle que quería, hasta que descubrí la plastilina sobre cristal, que me permitía dejar un plano a medias y volver a los días o semanas después y que todo siguiera igual. El problema fue que me obsesioné mucho con el detalle y cada vez fui complicando más los diseños, a medida que iba aprendiendo a manejar esa técnica, entré en un bucle de repetir planos para mejorarlos, y eso casi acaba con el proyecto y conmigo. Finalmente y gracias a mi querida mujer, Lourdes Villagómez, conseguí acabarlo antes de desquiciarme del todo

En cambio, con Made in Spain inauguras una nueva vertiente de animación en stop motion con figuritas de miniatura, que te permite animar a mucha mayor velocidad. ¿Cuál fue la génesis de ese proyecto?

Pues una tienda tiene la culpa, Bazar Matey. Es un sitio especializado en maquetas y modelismo ferroviario al que acudía regularmente a comprar ciertos materiales y tenían infinidad de muñequitos escala H0, 1/87, que son los que se usan para las maquetas de trenes eléctricos. Cuando vi que había guardias civiles, curas, flamencas, chulapos y toda una colección de personajes españoles, se me ocurrió comprar algunos y animarlos: el flechazo fue instantáneo, pues me fascinó el tipo de animación que se podía hacer, muy limitada en movimiento pero con un lenguaje totalmente distinto. Ciertas limitaciones a la hora de rodar que te imponían trabajar de otra manera, también reducía el tamaño de los sets, de los decorados, y abarataba costes y tiempos de construcción y rodaje.

En principio iba a ser una serie para internet, pero luego fui juntando gags y decidí hacer un cortometraje.

En el 2020 pudimos finalmente disfrutar de la segunda parte, Mad in Xpain. De nuevo, tengo muchas preguntas, pero me conformo con hacerte dos. Esta divertida sátira mezcla guardias civiles, monjas, clérigos, sevillanas y toreros con monstruos y demás criaturas de la España cañí. ¿Es así como ves el país?

Pues voy a responderte con una anécdota, cuando estrené Made in Spain, hubo alguien que me dijo que tenía una imaginación desbocada y que cómo se me ocurrían unas cosas tan locas y le contesté que mirando el periódico, que ahí esta todo. Como ejemplo una noticia en especial: el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, concede la medalla de oro del mérito policial a la virgen María del amor. Creo que con esto contesto a tu pregunta.

¿Crees que habrá una tercera entrega para crear así una delirante trilogía de España en miniatura?

Pues tengo la tentación, tengo el título y tengo la idea. Quería que esto fuese una trilogía, y me apetece llevar toda la saga un paso mas allá. Aunque la verdad es que hacer cortos de tanto calado político implica mucho esfuerzo para ver cómo luego en España rechazan mi trabajo en algunos festivales o cómo -ha pasado recientemente- me dejan fuera en la preselección a los Goya. Creo que en este país todavía es complicado meterse con la Iglesia y  la Corona, aunque sean chistes tontos y muy sencillos. Seguramente en unos meses se me olvide y me lié otra vez, cuando recupere la ilusión de dar caña.

Has vuelto a la animación con plastilina sobre vidrio para el anuncio Un sueño español (2020). ¿Tanto te pagaron como para querer retomar la técnica? Ahora en serio, ¿cómo surgió ese proyecto? ¿Qué directrices recibiste?

Llevo muchos años colaborando con AECID, haciendo talleres y cursos por distintas embajadas, sobre todo en África y Latinoamérica, me llamaron para realizar un pequeño corto que querían mostrar para el día de la Hispanidad, que todos los años celebran en las distintas embajadas españolas de todo el mundo, y este año, por el tema del Covid-19, ha tenido que ser virtual. Querían que fuese algo original, no un panfleto turístico. Me han dado bastante libertad creativa, con algunas pautas, y lo he realizado con plasti sobre cristal por tema de estética y presupuesto, y como solo era un minuto, me he decidido a hacerlo con esta técnica. Además he contado con la inestimable colaboración de Sergio Catá en el guión y realización y Paula Lupiañez en la postproducción y color.

¿Qué equipo empleas para realizar tus stop motion? ¿Con qué softwares realizas el montaje y la postproducción?

Utilizo una cámara Canon 7D, con Dragonframe de Software, para la postproducción, cuando la hago yo, Photoshop, Premier y Final Cut.

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