VERMIN.
9/10
Blackpills, la compañía que la produce, la describe como un cruce entre Brooklyn Nine-Nine y Zootopia (2016): es una buena presentación. Eso sí, Vermin es bastante más salvaje que los momentos más atrevidos de la serie estadounidense y, por supuesto, no tiene nada que ver, desde un punto de vista estético, con la super producción de Disney.
Más que parodiarlos, esta mini-serie francesa subvierte los códigos de las producciones de policías, de modo que parte de sus lugares comunes para llevarlos al extremo y retratar así la cara menos amable de la profesión. Por lo pronto, los protagonistas son insectos -Vermin, en inglés, significa plaga o, en sentido figurado, alimaña-, una fauna que representa versiones grotescas y esperpénticas de los arquetipos de policías que tantas veces hemos visto en los productos de Hollywood.
Solo por cómo recrea la sociedad occidental contemporánea con insectos ya merece la pena darle una oportunidad a la serie. El mundo en miniatura que propone, que perfectamente podría transcurrir en un vertedero, es al mismo tiempo desternillante, imaginativo y asombrosamente realista. De hecho, hay escenas que captan el racismo y las tensiones raciales, la desigualdad o la corrupción política con tanta eficacia como un drama de Michael Mann o Abel Ferrara.
La serie cae a veces en un humor un tanto primario e incluye más escatología de la que parece necesaria, pero hay también que reconocer que regularmente nos obsequia con inspirados gags, verbales y visuales, que constantemente propone ingeniosos chistes en segundo plano y, sobre todo, que está muy bien dirigida. Alexis Beaumont, uno de los creadores, realizó un excelente trabajo y encadena imágenes de enorme fuerza hasta llegar a uno de los más intensos clímax -nunca mejor dicho puesto que se trata de un coito- que he visto.
Nota: en el minuto tres del episodio 9 hay un inesperado guiño a Hora de aventuras.
