Tex Avery. Categoría: Cortometraje. |
Continuación de Red Hot Riding Hood (1943), uno de los cortos más populares de los dirigidos por Tex Avery, en la que volvió a recurrir a la versión sexualidad de Caperucita como intérprete de un club nocturno. No obstante, más que con una revisión del cuento de Caperucita, esta vez el director y sus dos guionistas, Rich Hogan y Jack Cosgriff, se divirtieron con una reinterpretación irreverente de ‘El ratón de campo y el ratón de ciudad’, la fábula habitualmente atribuida a Esopo.
Hay varios aspectos particularmente interesantes en Little Rural Riding Hood. Primero, cómo Avery juega con las expectativas del espectador. Para empezar, asume que la mayoría ha visto Red Hot Riding Hood y espera impaciente la reacción del lobo de campo cuando Caperucita entre en escena. Esta se produce -el lobo se vuelve loco y se le salen los ojos de las órbitas, literalmente-, pero el lobo de ciudad se afana en camuflar la pérdida de control de su primo, de modo que el recurso cómico consiste en asistir a las muchas maneras con las que este personaje urbano frustra nuestras expectativas. Se puede añadir una segunda capa de lectura: el lobo de ciudad es el Código Hays, que reprime los instintos del lobo de campo / espectador al no dejarle que satisfaga su deseo con Caperucita.
En esa magistral escena, por otra parte, es notable el contraste entre las deformaciones ‘cartoon’ del lobo de campo y el movimiento realista de su primo y de Caperucita. La animación de esta última, dicho sea de paso, recupera la realizada por Preston Blair para Swing Shift Cinderella (1945). Algo similar ocurre con la brillante escena inicial de las puertas que se abren en todas direcciones sin tener en cuenta la gravedad -como en el famoso cuadro de Escher-, reciclada de otro corto dirigido por Avery, The Screwy Truant (1945). Supongo que era su manera de obtener resultados asombrosos con un presupuesto limitado.
Finalmente, como suele ocurrir con el cine de Tex Avery, para el desenlace se reserva el gag más eficaz, que esta vez no culmina un crescendo continuo sino que propone, de nuevo, una ruptura de las expectativas. Y si consideramos que el lobo de ciudad es el Código Hays en el corto, sería una lúcida manera de evidenciar la hipocresía de los censores.
El corto fue votado como el vigesimotercero mejor de la historia por más de un millar de profesionales de la animación para el libro editado por Jerry Beck, The 50 Greatest Cartoons (1994). A propósito de la obra, Joe Adamson escribe: “está bien construido y sus tres grandes escenas sirven de cimientos: cada una es un ‘tour de force’ de animación ingeniosa, hiperbólica, explosiva, pero de impecable ‘timing’. (…) Lo que aparece en la pantalla como energía frenética, perdiendo el control en todas las direcciones al mismo tiempo, hasta llegar, fuera de la pantalla, al regazo de los espectadores, era en realidad construido minuciosamente gracias a una multitud de pequeños efectos, cada uno de ellos tan perfectamente realizados como un detalle de una alfombra persa”.