Ward Kimball, Charles A. Nichols. Categoría: Cortometraje. |
Cuando uno piensa en la animación de Disney, seguramente este corto no sea de los primeros que le vengan a la mente. Es normal: Flautas, silbidos, cuerdas y bombos es una rareza en su filmografía. No fue la primera vez que proponía una obra de naturaleza didáctica, pero el fiasco en taquilla inicial de Fantasía (1940), unido a las penurias económicas durante la Segunda Guerra Mundial, provocaron que el estudio se centrase en su vertiente más comercial y dejase de lado los experimentos.
No obstante, en vista del éxito de United Productions America con su animación limitada, diseños sencillos y fondos estilizados, Disney decidió tomar nota y su respuesta fue la obra que nos ocupa. Un humorístico repaso a la historia de la música, continuación de Melody (1953), en el que destaca el partido que le saca al Cinemascope y, sobre todo, su innovadora estética, alejada del realismo habitual en la compañía: aquí, fondos, personajes y paleta de colores huyen del naturalismo.
Visualmente es una maravilla, pero es que la banda sonora es también brillante y un buen ejemplo de cómo componer para imágenes pensando en la narrativa. No suena ni una nota que no esté al servicio de la imagen, que no sea clave para contar la historia. Particularmente acertado es el recurso de crear una línea melódica a partir de varios instrumentos cuando nos muestran su evolución.
En el libro editado por Jerry Beck, The 50 Greatest Cartoons (1994), el corto figura en el puesto 29. John Canemaker escribe: “divertidos gráficos frescos y estilizados que se apartan de los diseños naturalistas de Disney ofrecen una ‘historia de la música’ desde la cueva hasta la sala de conciertos. Ward Kimball, uno de los legendarios ‘nine old men’ de Disney y maestro de la animación plena de personajes (en Pinocho, Dumbo, Fantasía, etc…), impulsó el uso de animación mínima empleada masivamente en los filmes de propaganda de la Segunda Guerra Mundial por los estudios de Hollywood, Disney incluido”.
Flautas, silbidos, cuerdas y bombos ganó el Oscar al mejor cortometraje de animación, lo cual es irónico porque se impuso a una producción del estudio en el que se inspiró, United Productions America, que tenía en liza El corazón delator (1953), dirigido por Ted Parmelee.