Owen Crump y Chuck Jones. Categoría: Largometraje, Especial. |
Tener a Frank Capra, uno de los mejores cineastas de Hollywood, como guionista, director y productor de especiales televisivos es un lujo. Sin embargo, a AT&T Corporation, la compañía que financiaba The Bell System Science Series, no le entusiasmaron los bajos datos de audiencia de la tercera y cuarta entrega, El extraño caso de los Rayos Cósmicos (1957) y El dios de la vida: El agua (1958), así que a partir de la quinta se las encargó a Warner Bros. Pictures.
Gateways to the Mind es una propuesta más ambiciosa que la Warner abordó casi como si fuera una producción cinematográfica. De hecho, empleó uno de sus platós para el amplio y muy inspirado decorado de William Kuehl. Visualmente, es bastante más atractiva que las producciones de Capra. Otra cosa es que, desde un punto de vista narrativo, los guiones del director de ¡Qué bello es vivir! (1946) fuesen superiores, entre otros motivos porque el firmado aquí por Henry F. Greenberg no siempre saca partido del despliegue de producción -en más de un pasaje los amplios decorados son solo eso, decoración, y la decena de actores empleados parecen extras más que personajes-.
Esa creciente ambición se nota también en los experimentos científicos, que son considerablemente más visuales y elaborados: si hasta hay un número circense. Además, es un extra de espectáculo que no merma el rigor científico. En definitiva, fue un bienvenido cambio para una serie que empezaba a resultar un tanto repetitiva en su puesta en escena.
Y ahora sí, llegamos a la parte que más nos interesa, que es la animación, escrita y dirigida por uno de los grandes del medio, Chuck Jones, el responsable de buena parte de los más memorables cortos de Looney Tunes y Merrie Melodies. Hay menos minutos animados que en las cuatro primeras entregas. De hecho, solo figuran dos escenas de cierta entidad, porque el resto son meras ilustraciones realistas del cuerpo. Eso sí, ese par de fragmentos compensan la escasez, porque recuerdan a los trabajos clásicos de Chuck Jones.
Maurice Noble fue el diseñador de la animación y es también responsable de la atractiva estética de esas dos escenas. La primera muestra el funcionamiento del cerebro como si fuera una mezcla de una sala de control de televisión y de una sofisticada fábrica. Sí, otra vez. Por lo visto, cuando el humano imagina el funcionamiento del cerebro, le viene la tentación de representarlo como una sala llena de pantallas y controles. Fue así en el segundo especial, La maravilla de la sangre (1957), en la popular serie Érase una vez… la vida (1987) y en el éxito de Pixar Del revés (2015). Hasta un director tan personal como Michel Gondry optó por ese enfoque en la fenomenal La ciencia del sueño (2006). No será lo más original, pero Jones y Noble lo hicieron muy bien y esa escena ya vale el especial entero.
La segunda escena es aún más breve pero particularmente memorable, pues ilustra las alucinaciones que sufre un ser humano tras más de 24 horas privado de estímulos sensoriales. Es una sugerente mezcla de imágenes cómicas e inquietantes. Lástima que dure tan poco.
Espero tener oportunidad de hacerme un ciclo con todas estas joyas que me estás descubriendo 🙂
Qué destacable es siempre el trabajo artístico de Maurice Noble. Hace poco estuve viendo The Phantom Tollbooth (1970), y me quedaba absorto mirando los fondos. Casi que me daba igual lo que me contase Chuck Jones.
Es interesante que Noble se formase en el Chuniard Art Institute, lugar clave para la animación californiana dado que de allí también egresarían algunos de los nueve ancianos, Mary Blair o el propio Jones.
Muy interesante la información que aportas, Adrián, como de costumbre. Muchas gracias por pasarte por aquí y comentar.