Don Bluth, Gary Goldman. Categoría: Película. |
Cuando Don Bluth trató de erigirse como alternativa artística y comercial a Disney a principios de los 80, el reto parecía factible. La ópera prima del talentoso cineasta fue la estimable y creativa Nimh: El mundo secreto de la señora Brisby (1982), mientras la casa del ratón atravesaba una época un tanto floja con títulos no particularmente memorables –Tod y Toby (1981)- o que fracasaron en taquilla –Tarón y el caldero mágico (1985)-.
Menos de una década después, esa alternativa se había diluido enormemente hasta casi esfumarse. Disney había iniciado su exitoso y apreciado periodo de renacimiento con La sirenita (1989), mientras Don Bluth encadenaba decepciones en taquilla que tampoco gustaban a la crítica, como En busca del Rey del Sol (1991) y la que nos ocupa. Ejemplo paradigmático: Pulgarcita se estrenó en abril de 1994 y recaudó 12 millones de dólares; El rey león llegó a los cines dos meses después y sumó 422.
Esta libre adaptación del relato de Hans Christian Andersen es también es un tanto fallida desde un punto de vista artístico. Del relato del autor danés apenas si conserva la principal característica de su protagonista, su diminuto tamaño, porque por lo demás su guion propone una serie de fragmentos más o menos independientes que no siempre casan bien. Algunos tienen su encanto, como la participación de Charo en una canción de ecos latinos; otros son un desastre, como la escena de las cucarachas y el discutible uso de una caja de ritmos que ha envejecido mal.
Por otra parte, cuesta implicarse mucho con una Pulgarcita que apenas si hace nada, que prácticamente se limita a esperar ser salvada mientras sopesa su matrimonio con el topo. Más que una protagonista de una obra de finales del siglo XX, parece la de los clásicos de Disney, al estilo de Blancanieves y los siete enanitos (1937) o La bella durmiente (1959). En los cines estadounidenses, se proyectó junto al corto I’m Mad, de Animaniacs: tras ver la modernidad de la serie, buena parte de los espectadores debieron de percibir que una propuesta así resultaba un tanto anticuada.
Al menos nos queda la gran especialidad de Don Bluth, sus dotes para la animación 2D tradicional, que sí depara buenos momentos. La estética es una delicia y la animación es en general satisfactoria. Otra cosa es que luzca poco en el contexto de una narración a trompicones y una banda sonora irregular.