Sylvain Chomet. Categoría: Película. |
Gracias al éxito de Kirikú y la bruja (1998), de Michel Ocelot, que sorprendió al superar el millón de espectadores en Francia, la industria de la animación francesa explotó gracias a la recién nacida confianza de numerosos inversores. Una de las mejores noticias de este ‘boom’, que convirtió a Francia en una de las más prolíficas escenas de Europea, fue que permitió el debut de animadores tan interesantes como Sylvain Chomet.
Ya había dirigido el bien recibido cortometraje La anciana y las palomas, pero tras estrenar este primer trabajo se convirtió instantáneamente en uno de los más apreciados autores de animación a escala internacional. Pocas veces un debut causó tanta impresión como Bienvenidos a Belleville, con el que el cineasta francés creó un universo visual enormemente personal e inmediatamente reconocible.
El film fue producido con solo dos millones de Euros de presupuesto -Pixar, contemporáneamente, no bajaba de los 100 millones-, pero fue tal la genialidad de Chomet que su aspecto resulta fascinante. Su atractivo se basa, entre otros motivos, en sus peculiares diseños de personajes, la mayoría caricaturizados al extremo -sin que eso impida que la anciana protagonista resulte entrañable-.
Muchos de esos diseños son brillantes: por sí solos ya presentan al personaje de manera tan eficaz que no es preciso incluir diálogos. De hecho, he ahí una de las singularidades del film, pues salvo por algunas canciones o sonidos diegéticos, prescinde de lenguaje verbal. Dos ejemplos magistrales: las parejas ricas del segmento en blanco y negro inicial o esos mafiosos que vienen con una pareja de guardaespaldas adosada. En fin, todo el metraje es un prodigio de diseño tras otro.
El otro gran atractivo es la narración igualmente peculiar que propone Sylvain Chomet, cuyo pausado ritmo será un obstáculo para espectadores acostumbrados a la trepidante sucesión de acontecimientos de la animación comercial contemporánea pero una gozada para quienes aprecien otras formas de contar historias. Permite, por ejemplo, disfrutar mejor de todos los detalles y de su poderosa estética. Me parece que dieron en el clave quienes vieron en Bienvenidos a Belleville la influencia de la comedia de Jacques Tati, que también destacaba por su acompasado ritmo.
También es un acierto el uso de la música, yo diría que un personaje más de la historia y clave para contribuir a su nostálgica atmósfera. En definitiva, a falta de mayor presupuesto, Chomet recurrió a todos los recursos cinematográficos para crear un magnífico film: una estética deslumbrante y personal, una inspirada narración, un guion repleto de ingenio y un creativo uso de la banda sonora.