Mamoru Hosoda. Categoría: Película. |
Tras la buena acogida de La chica que saltaba a través del tiempo (2006), Mamoru Hosoda pudo dejar atrás su etapa de director por encargo para centrarse en proyectos personales. Inició así una de las filmografías más interesantes de la animación japonesa y una intensa actividad que le llevó a entregar nuevos largometrajes con asombrosa puntualidad: uno cada tres años.
Para Summer Wars concibió junto a su guionista Satoko Okudera una historia original que aunó con acierto elementos de la tradición japonesa -las familias numerosas que se reúnen religiosamente a pesar de los lógicos choques producidos por la fuerte personalidad de buena parte de sus integrantes- con un retrato de los nuevos tiempos en los que los mundos virtuales y las redes sociales son protagonistas. En cierto modo, Hosoda estaba enfrentando tradición y modernidad de un modo audaz e inusual.
Esa mezcla de elementos tiene su traducción en la estética, que combina un aspecto cercano al anime estándar con un creativo empleo de animación 3D y un innovador diseño de personajes que bebe de los videojuegos y del mundo de los avatares. No siempre casan bien esas dos partes visuales tan contrastadas, pero crean un conjunto muy estimulante. Además, empezó a conformar una de las señas de identidad del cine de Mamoru Hosoda, que en El niño y la bestia (2015) y Mirai, mi hermana pequeña (2018) también propuso dos universos o dos estéticas.
No es una obra redonda, hay personajes un tanto estereotipados: el adolescente con una mente genial para las matemáticas; la matriarca de fuerte carácter; el niño poco hablador hábil con los videojuegos… Ocurre asimismo que las diversas vertientes argumentales no siempre están igual de bien integradas, especialmente en la segunda parte. Sin embargo, se aprecia a un cineasta con talento con ganas de afrontar historias originales, complejas y de gran sofisticación. Y nosotros, espectadores ávidos de experiencias atrevidas, disfrutamos con su ambición artística.
David Heredia Pitarch y Álvaro López Martín la incluyen en su libro Las 100 mejores películas anime (2021) en el puesto 49 y escriben lo siguiente: “abrió un camino de cine familiar con un toque más contemporáneo, un punto intermedio entre el clasicismo de Studio Ghibli y las producciones de ciencia ficción más enrevesadas como Steamboy (2004), Ghost in the Shell 2: Innocence (2004) o Tekkonkinkreet (2006)”.