Shunji Iwai. Categoría: Película. |
En la primera escena de El caso de Hana y Alice, una de las protagonistas cuando baila en su habitación. Está ilustrada con rotoscopia minimalista, apenas unos trazos que prácticamente solo marcan la silueta de la actriz. Es una estética más próxima de un corto autoral, al estilo de los que se ven en los mejores festivales de animación, que de una película estrenada en salas comerciales. En adelante no es tan experimental, pero ese inicio parece la forma del director de advertir a espectadores incautos: ‘que sepáis que esta va a ser una propuesta singular, no un anime estándar’. Y no, no lo es.
El filme es una precuela de Hana y Alice (2004), romance adolescente escrito y dirigido por Shunji Iwai, con el que obtuvo una notable repercusión. Pasada una década, no era posible retomar los personajes sin cambiar a las actrices, así que recurrió a la animación. Las mismas intérpretes prestan su voz a los personajes pero su aspecto sigue siendo el de dos adolescentes. Quiá por eso pensó en la rotoscopia, pues al no tener experiencia con la animación, la técnica le permitía rodar a la manera tradicional, con cámaras y actores de carne y hueso.
También ocurre que la rotoscopia es la técnica más próxima a la ‘acción real’, dado que los personajes se mueven prácticamente igual que los actores, con la misma naturalidad. El cambio más perceptible se da en la expresividad de los rostros, apartado conseguido a medias. En general, de hecho, el resultado de la rotoscopia es irregular. Tan pronto vemos pasajes de exquisita animación como otros en los que rostros y cuerpos quedan un tanto desdibujados. No tengo claro si es algo deliberado, una intención artística como en los films de Richard Linklater, o una carencia debido a la falta de presupuesto.
Tengo una impresión similar con los fondos, que sistemáticamente parecen una modificación con filtros de las localizaciones reales, no dibujos. Ignoro si es así o solo da esa sensación, pero frecuentemente es como si se tratase de una película híbrida en la que personajes dibujados se mueven sobre entornos no animados. El resultado es un tanto pobre desde un punto de vista estético, al menos si se compara con las más cuidadas producciones de anime, pero convengo que tiene ventajas: es más personal y seguro que abarata la producción.
La cuestión es que, salvo por el insalvable detalle del envejecimiento de las actrices originales, El caso de Hana y Alice podría ser de ‘acción real’ sin necesidad de cambiar nada. No hay ni un solo elemento de fantasía, ni nada que solo sea posible con la animación. Sin embargo, la elección de Shunji Iwai dota a la obra de una estética singular que la diferencia automáticamente del resto de producciones contemporáneas de anime, incluidas las más experimentales.
Por otra parte, quizá el gran acierto de la cinta sea el guion y la dirección. La primera por las muchas ocurrencias que introduce en la trama y su manera de dosificar la información acerca del quid de la cuestión: el posible asesinato de uno de los chicos del instituto. La segunda, por lo bien que maneja el tono de comedia costumbrista con toques de drama y su excelente dirección de actores. Las dos protagonistas son personajes enormemente atractivos y ver el mundo a través de sus ojos depara numerosas sonrisas.
Álvaro López Martín y David Heredia Pitarch, en su estupendo libro Las 100 mejores películas anime (Diábolo Ediciones, 2021), sitúan el filme en el puesto 14 y escriben: “la peculiar apuesta visual es claramente el punto que más llama la atención de la película pero, a la postre, la mayor sorpresa se encuentra en la historia. Iwai no cede ni un milímetro en su empeño por ofrecer un producto que se aleje completamente de las convenciones habituales del anime y nos deleita con una historia aparentemente sencilla pero que no deja de introducir nuevas incógnitas para convertirla en un auténtico relato detectivesco”.