Trevor Hardy. Categoría: Película. |
Strike presenta a un pueblo en el que prácticamente todos los habitantes trabajan en una mina gestionada por sus trabajadores. Pero no, no creo que sea una manera de hablarles a los niños de la lucha de la clase obrera por mucho que el villano de la función sea un adinerado que quiere comprar la mina a bajo precio. Puede que algo de eso haya, y hubiera sido muy interesante, pero el inocuo y previsible desarrollo de la trama no parece invitar a esa interpretación.
Por otra parte, los niños empiezan a trabajar desde temprana edad en la mina, solo que, de nuevo, no hay aquí intento alguno de denunciar el trabajo infantil: a los niños en cuestión les emociona su primer día de trabajo y acuden encantados en adelante, por mucho que al protagonista lo que realmente le gustaría es ser futbolista.
Esa es la tercera cuestión discutible del film: el niño protagonista se convierte en un héroe en su pueblo no tanto por su trabajo en la mina -y desde luego no por sus cualidades humanas- sino porque resulta ser un buen delantero que acaba por jugar con la selección absoluta de Inglaterra a pesar de su corta edad y se convierte en el mejor jugador del mundo. Sí, porque sí, porque a los guionistas les viene bien. No es que crea que el cine pensado para público infantil debe necesariamente transmitir buenos valores, pero bastante nos machacan ya con el fútbol como para que además hagan falta películas que les digan a los niños que si juegan bien al deporte rey les irá mejor en la vida -aunque sea cierto-.
En cambio, sí es un error pensar que una película especialmente dirigida a público infantil ya no precisa de un guion coherente, que ese segmento de los espectadores no es nada exigente y se creerá lo que sea. Strike cae en ese error prácticamente de principio a fin, de modo que la trama es un dislate, un ejemplo de cine disparatado sin pretenderlo. Las escenas cada vez más increíbles se suceden sin justificación alguna y los guionistas no consideran que los matices o la sensibilidad sean una opción. El malo y sus secuaces son una colección de clichés, no falta la muerte del padre del protagonista -¡cómo no!- y todo se desarrolla de la manera más previsible y poco imaginativa posible.
Que haya algún acierto con los chistes -los juegos de palabras con el entrenador de la selección inglesa tienen su gracia- no quita que el guion sea, en conjunto, un despropósito. Como la dirección de Trevor Hardy es solo pasable -nada de personalidad, ningún alarde en la puesta en escena- y sus elecciones musicales caen a menudo en la menos interesante vertiente comercial, hay poco que salvar aquí. Por lo menos no está animada con un 3D de bajo presupuesto que trata de imitar al de Pixar o DreamWorks Animation, pero su stop motion no es ninguna maravilla y el aspecto de los personajes tampoco es que sea muy inspirador.