Ayumu Watanabe. Categoría: Película. |
Tras ganar experiencia con varias series y un par de largometrajes de la saga Doraemon, Ayumu Watanabe pudo finalmente dirigir un proyecto más personal con Uchuu kyoudai #0 (2014) -Space Brothers #0 es su título en inglés-, film de escasa difusión más allá de las fronteras de Japón. Esa senda es la que siguió en esta película que le dio visibilidad internacional y nos permitió descubrir a un interesante cineasta con un modo muy particular de contar historias.
Adaptación del manga homónimo escrito e ilustrado por Daisuke Igarashi, Los niños del mar parte de los dibujos del mangaka, especialmente para el aspecto de los personajes principales, y amplia su universo con una propuesta estética deslumbrante, de gran belleza, que resulta fascinante en numerosos planos y escenas. Cierto que recurre al 3D en pasajes clave, seguramente porque de lo contrario la ambición visual hubiera exigido un presupuesto inasumible para un film de este tipo, pero está muy bien integrado en este contexto de 2D y funciona como atractivo adicional, no como distracción.
Buena parte del metraje transcurre en el mar y esas secuencias son una maravilla. Sin necesidad de optar por el fotorrealismo imperante, es tal el cuidado de fondos, diseños y puesta en escena que tenemos la sensación de sumergirnos con los protagonistas en la inmensidad del mar. La riqueza de la fauna y la flora impresiona y Watanabe lo muestra de tal modo que tenemos la sensación de estar descubriendo el mundo marino por primera vez, como si fuera un desconocido paraje del espacio. Como además esas escenas están acompañadas por la inspirada música de Joe Hisaishi, el compositor habitual de las películas de Hayao Miyazaki, el resultado es un film particularmente hipnótico audiovisualmente.
El atractivo de la trama, en cambio, va de más a menos. Si en la primera parte el realismo mágico que desarrolla es un acierto e introduce hábilmente los elementos fantásticos, en la segunda estos últimos son prácticamente lo único que tenemos y no queda del todo claro qué tesis filosóficas plantea el guion. Eso no quiere decir que deje de resultar interesante, en absoluto, porque además la parte visual sigue siendo una maravilla, pero seguramente no agrade a los espectadores acostumbrados a cintas más convencionales o donde todos los elementos de misterio y fantasía son claramente explicados.
A mí también se me han escapado muchas cuestiones y no sabría decir cuál es el significado del tercer acto más allá de su vertiente ecologista, pero me parece estupendo que Ayumu Watanabe abrace una narración tan experimental que remite a grandes del cine como Andréi Tarkovski o Stanley Kubrick.