Kyohei Ishiguro. Categoría: Película. |
Antes de acabado el 2021, ya podíamos afirmar que Netflix había encontrado un filón en las adaptaciones o ampliaciones anime de sus películas y series. Desde un punto de vista comercial la decisión podía ser un filón. Por un lado, contentaba a los entusiastas amantes de la animación japonesa. Por otro, ampliaba la vida de sus más populares originales y, de paso, quizá servía de promoción extra. Y todo a bajo precio: esos encargos a estudios japoneses parecen invariablemente de bajo o medio presupuesto.
Tras The Witcher: La pesadilla del lobo, un film basado en The Witcher (2019), y semanas antes de Super Crooks, spinoff de Jupiter’s Legacy (2021), el tercer anime creado a partir de una propiedad intelectual de Netflix fue este largometraje que parte del mundo imaginado por Max Landis para la película Bright (2017), dirigida por David Ayer.
Bright: Alma de samurái sitúa la convivencia entre humanos, orcos, elfos y demás criaturas mágicas en el Japón feudal de los samuráis, de modo que ahora los dos protagonistas no son policías sino una suerte de mercenarios a los que redime una buena causa: proteger a una joven elfa y una varita mágica. No aprecio nada en la historia que me resulte sorprendente u original, pero sirve como pasatiempo si uno no se siente muy exigente. También supongo que a quienes les entusiasmase Bright, a falta de una segunda parte, esta ampliación del universo les contentará.
Me interesa más, en cambio, la propuesta estética. No tanto por el resultado, que se da de bruces con sus limitaciones presupuestarias a la hora de emplear animación 3D, como por la intención que imagino. Creo que trataron de imitar la pintura clásica japonesa de la época en la que transcurre la acción, la segunda mitad del XIX, de ahí el color y detalle de los fondos. La pena es que entre la idea y lo conseguido me temo que hay una gran diferencia y a veces el empleo de 3D se queda un poco pobre. De hecho, puntualmente hay vistas generales de un lugar que son bellas, pero una vez entra en acción el movimiento volvemos a un rudimentario 3D. Más de una vez la combinación de ambas estéticas choca.
Por otra parte, también es llamativo que en varias escenas de acción la cámara digital simule ser una cámara al hombro, con movimiento erráticos que procuran seguir a los personajes. Creo que funciona bien y que logra el efecto de realismo que, imagino, buscaba el director.
En cualquier caso, esa animación 3D que procura imitar el aspecto del anime tradicional no está muy conseguido, así que la parte visual, a pesar de sus hallazgos y buenas intenciones, es un tanto decepcionante.